Capítulo XX: Mediadores

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—Abre tus ojos, cyborg. —Un susurro se instala en los sentidos auditivos del cyborg, insistente, molesto y aguado capaz de filtrarse como un tinnitus.

Mira hacia el techo. Es un vacío. Uno infinito. Tan blanco como un papel A4 de dibujo en la época humana. Desconoce que las paredes del lugar donde se encuentra tienen la misma vista. Prosigue a mover sus articulaciones, pero todas se encuentran inmovilizadas. Intenta mentalmente enviar una descarga a cada parte de su sistema. No funciona.

Mira a sus lados. No hay nadie, pero algo en particular rodea la base en la que está acostado. Enormes placas metálicas a un espacio de 20 cm se intercalan, girando a su alrededor, luego hacen un ascenso y descenso rápido. Solo un cyborg es capaz de percatarse de dicha frecuencia. Es como si él fuera el centro de masa de un objeto rígido sencillo con densidad uniforme.

—Tu inmovilidad será corregida si colaboras a mis preguntas. —Esta vez registra la voz. Una femenina. Algo ronca.

Entonces, recuerda.

Su mascota desapareció junto con su primo. Y él no pudo escapar de su destino. Está en las garras de un mediador. Uno femenino. La sintió acercarse, pero su debilidad —su mascota— lo hizo bajar la guardia tan solo por segundos. Se desalienta del recuerdo guardado por su procesador. Mira de nuevo hacia el techo. Ahí, a la nada.

Sabe que tiene tanto conocimiento de la vida humana que de su propia especie en sí. Su entendimiento de los mediadores no llega más allá del nombre y de sus presencias, por lo último es por lo cual sabe que su captora es uno de ellos.

¿Colaborar? ¿Acaso ese no es uno de nuestros mandatos? Ni por más que el cyborg quiera resistirse no podrá evitar que su información sea extraída. Es mejor verter datos superficiales que le den tiempo a su humana de escapar. ¿Escapar? ¿Por qué?

Ahí está.

Sus circuitos neuronales hacen un clic en lo profundo.

Sacar la información de Humano® y en cuatros días huir hacia la Selva.

¿Cuatro días?

¿Cuántos días han pasado ya?

Entra en conflicto. Sus pensamientos se apoderan de él, lo cual es detectado por la mediadora. Antes que el cyborg bloquee por sí mismo la información y se disipe, la joven lo psicoanaliza. Esta es su primera misión en campo y con un supuesto éxito si solo expusiera al Consejo que encontró al cyborg en la frontera sin ninguna compañía dispuesto a encaminarse al Pueblo Rojo, pero no es así.

Cruzó la línea. El suelo rojo donde nadie que quiera existir en la red puede cruzar. Ni siquiera ella. Sería eliminada si no justificara por qué avanzó más allá; y a eso se resume que su justificación debe tener una captura física: un renegado. Pero el cyborg como el que custodia en la habitación se tomaría como un error de captura. Está al tanto de aquellos cyborgs de poder que se filtran por el pueblo para obtener algo que es prohibido: dosis de emociones. Y él llena los datos en cuanto a una apariencia de poder.

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