Capítulo XVI: Ocupante

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Un sonido hipnotizante se desliza por todas las paredes del sitio con ondas magnéticas visibles que se amoldan al ritmo que la canción las lleva, una de Arcane Roots llamada curtains; elección antigua para alguien que se deja seducir por la música alternativa de la época humana. Flores de loto en el piso de componente holográfico. El rojo vivaz por el techo en telas de seda sueltas a complejidad. Una habitación surrealista ante la decoración de la propia Asia de antaño. Propio de Drago.

Una bienvenida a sus invitados que desconocen haber sido teletransportados hasta allí. Sea como sea es un calculador nato. La frivolidad de sus acciones son nada ante la de las otras máquinas que se empiezan a contaminar. ¿Con qué? Humanos. Su acercamiento a ellos es la acción viceversa de las mascotas cuando empezaron a crear y crear más tecnología todo con satisfacer hasta necesidades invisibles. Los cyborgs empiezan a depender de ellas en algo que se llama emociones.

—K-26 quita las vendas de mis invitados y sirve el mejor de los banquetes para las mascotas —ordena Drago, al sistema doméstico que tiene en su mansión apartada de toda la luminosidad de la metrópolis.

El servidor K-26 es unos de los sistemas domésticos para las mansiones exteriores que no se encuentran directamente conectadas con la red. Su anclaje se da por medio del K-26. Una red menor. Una vida artificial que solo tiene un objetivo: servir.

—Iniciando proceso —anuncia la voz masculina del servidor.

Los supuestos invitados son retirados de sus vendas rojas con su pronto desvanecimiento. La red del sistema hace aparecer en el gran comedor —donde están todos sentados— un gran banquete de comidas que solo las mascotas privilegiadas pueden ser capaces de llegar a saborear. La visión de todos se aclara y va ante el gran centro de mesa: una escultura de oro de un dragón chino; ese que se dispone de partes de nueve animales: ojos de langosta, nariz de perro, bigotes de bagre, cuernos de ciervo, melena de león, morro de camello, cola de serpiente, escamas de pez, garras de águila.

—Una joya, ¿verdad? —dice Drago, levantándose de su asiento.

Erion mira hacia ambos costados del comedor. Dos Sugar. Dos gotas de agua tanta perfectamente talladas. Pero bien sabe él que solo una es su mascota, la otra es la de su primo. Ambas portan algo inusual. Un casco negro que cubre sus bocas y llega hasta la nuca.

—¿Por qué portan eso, Drago? —demanda Erion, mirando a su primo que se dirige hacia la mascota de su lado izquierdo.

La obviedad de la situación es tan racional. Erion conoce los prototipos que portan las mascotas. Son una especie de casco que anula la emulación de palabras y descarga en el cuerpo electricidad de 250 voltios con corrientes continuas de 3,5 amperios si ésta no acata la orden de no hablar.

—Qué criaturas tan hermosas. —Drago alcanza a acariciar el cabello de la que es la mascota de Erion cuando la mirada de ésta se posa en el cyborg y sus ojos revelan propiedad—. ¿No lo crees, Erion?

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