Capítulo VI: Propiedad

5.1K 832 107
                                    


—Sí.

Fuera de la respuesta que da Dea y la paralización temporal del procesador de Erion por la impresión, ambos están en problemas. A la entrada del apartamento se materializan dos robots de clase K-13, superiores en actualización robótica.

Son nanopartículas en conjunto con un líquido espeso metálico lo que forman el interior y exterior de sus cuerpos. Sus apariencias físicas emanan garbo. Pueden adoptar una imagen femenina o masculina más tirada a la concepción de la estilización humana. Le dicen los cuidadores, ellos están a cargo del equilibrio social. Aunque eso incluya ser ejecutores de la eliminación de una mascota.

Registran su comando de voz en el sistema de seguridad del apartamento. En el interior de este, Erion es avisado de la presencia de los sujetos antes de que la propia voz programada del sitio expulse las palabras de protocolo. El cyborg hace un movimiento que él mismo no predice.

—Dea, tienes que levantarte —dispone, al tiempo que toma la mano de la mascota y la alienta a levantarse de la camilla, dándole la espalda para ser quién tome la batuta del trayecto hacia el escape.

Dea se tambalea al tocar con la planta de sus pies el suelo frío y deslizable. Pretende quejarse, pero ni ella sabe qué ocurre y el porqué del cambio de actitud del chico que la sujeta de la mano. Solo capta algo en todo, y es que la epidermis del individuo carece de calidez. No se siente como piel, y eso la toma de golpe separando su tacto de él. Pero Erion —que está más distraído por la presencia de los cuidadores— no lo nota cuando avanza dos pasos en dirección a la puerta de cristal. Algo que sí lo hace reaccionar, es esa voz de la cual está preso.

—¿Dónde me llevas? —cuestiona Dea, retrocediendo hasta que su trasero siente el borde de la tibia camilla.

Erion se devuelve inmediatamente. Un error. Uno de tantos que está cometiendo. No darse cuenta de que Dea lo dejó de sostener es algo malo. La preocupación por algo bloqueó la claridad de sus acciones. Eso no puede volver a repetirse. Las acciones primitivas y sin sentido por el descontrol de una emoción es solo de las mascotas. Él no. No puede.

—No hables —ordena, de manera fría y severa.

Su mirada se recluye con la de Dea. Ve en esos ojos grises algo de temor. ¿Ella le está teniendo miedo? Por qué detenerse a pensar si la humana le tiene miedo. Es normal. Las mascotas tienen miedo cuando sus dueños le ordenan algo con voz fría y severa.

Dea apoya sus manos en el borde de la camilla. Tiene la ligera impresión que el chico le oculta algo grave. Lo siente. Una punzada en su pecho la alerta. Esa es la sensación de un presentimiento. Y ella está tan clara en esos términos. Sabe cuándo algo no va bien.

—Vamos, tu existencia está en peligro —asevera.

Dea traga saliva.

—Cuidadores del centro requieren su presencia en la entrada, joven —interviene la voz automática del sistema de seguridad.

¿Cuidadores? ¿Acaso está en un hospital?  Se cuestiona Dea, pero sus pensamientos no siguen el curso de preguntas que se están formando, porque es interrumpida por el accionar de Erion quien avanza hacia ella. Su determinación a salvar la vida de su mascota lo lleva a inclinarse y tomar por las piernas a la joven, alzarla y llevársela al hombro.

—¡Oh, Dios! —exclama Dea.

¿Dios?

Esa palabra retrasa a Erion por segundos que se sienten minutos. Un término demasiado antiguo. Uno olvidado incluso mucho antes de la independencia sobre los humanos. La gente de esa época dejó de creer en esa entidad.

Humano ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora