Capítulo VII: Ubi

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Unos ojos portadores de un deseo prohibido miran fijamente a una mascota que se encuentra a una distancia prudencial. Dos seres distintos en una habitación que es testigo de todas las leyes rotas. Dos amantes. La chica ignora que a las afueras del apartamento de sus padres —denominados así a una misma línea creada de partes iguales— se materializan los cuidadores que van en busca de Ubi.

—Ubi, tienes que huir. —Rompe el silencio Carrie, en una voz melancólica.

Su mascota será eliminada. Todo por aquel beso entre ellos en su habitación donde no se presenciaba testigo alguno hasta que la intromisión de su hermana la llevó a esta situación. Ubi no sabe qué hacer. Siente que algo en su pecho duele. No de algún golpe; es algo más.

Carrie deja atrás su inefable emoción por perderlo, pero ella rompió las reglas de no ir más allá. La cyborg dejó que su apego por su mascota llegara a un punto sin retorno. Lo desea. Desea ser solo su dueña. Desea la sensación fugaz e inequívoca de tacto. Sobre todo, el de Ubi; su mascota del color de piel de una de las adicciones humanas pasadas. El chocolate. Alto como un cyborg, pero dócil ante el juego de una caricia.

Su Ubi tiene que vivir. Ella está consciente de la desesperada decisión que tomará, pero si eso no lo salva nada lo hará. Busca el anillo comunicador que le regaló su madre en su primera actualización de quince años. Lo encuentra al fondo de la caja de madera donde guarda tantos secretos de su vida como le sea posible. El círculo platino con una incrustación de diamantes alrededor es desenvuelto de una tela roja.

—Esto será tuyo. —Carrie mira a Ubi que poco entiende de sus planes para los dos.

Inocente e ignorante de los hechos, Ubi asiente. Carrie se levanta de la cama y se dirige hacia él. Dentro de los sentimientos explorados, gracias a su mascota, ella se encuentra nerviosa. Toma la mano izquierda de Ubi, ésa que es más grande y tosca que la suya, le ubica el anillo en su dedo anular. Un gesto de compromiso.

Carrie sabe lo que significa ese gesto en el pasado para los humanos. Según las tradiciones antiguas de la época humana, ubicarle un anillo en el dedo anular de la mano izquierda a la pareja significa compromiso. Se dice que existe la vena amoris que pasa por el dedo anular izquierdo que conecta directamente al corazón.

—Solo tienes que girar hacia un lado el anillo y pensar en qué lugar quieres estar —comenta Carrie, mirando a Ubi a los ojos que no despegan esa conexión ferviente desde que están encerrados en la habitación.

Esta vez Carrie se encargó de dejar obstaculizada la entrada al lugar con un campo de protección. No durará mucho. Sus padres dejan pasar a las autoridades, mientras se encaminan hacia donde están los dos, ella siente la presencia de los cuidadores.

—¿Puedes por favor solo alejarte? —susurra Carrie.

—No qui... —titubea Ubi, porque son pocas las palabras que sabe desde que fue desconectado y entregado al hogar del que ahora debe huir—. No quiero dejarte.

Carrie niega con su cabeza.

La capacidad de derramar lágrimas se le ha sido arrebatada hace tanto tiempo. Su familia son cyborgs que emanan autoridad con tan solo la presencia. Verse doblegados por sentimientos no está en sus planes. Debido a eso, Carrie sabe que nunca podrá llorar. Suelta su agarre de Ubi, rápidamente se arregla su cabello rosa en una coleta. No debe haber rastro de la presencia de su mascota, menos que se note en su apariencia lo mal que se siente.

—¡Carrie, desbloquea el comando! —grita su madre, a las afueras de su habitación.

No voy a dejar que se lo lleven, ese pensamiento se repite varias veces en sus circuitos neuronales. Se endereza. Está dispuesta a despedirse de Ubi, pero no como los demás quieren. Carrie lo hará con sus propias reglas. El ruido de choques de circuitos es detectado por ella. Los cuidadores están rompiendo la barrera transparente. Solo son segundos para que estén aquí, piensa aterrorizada.

Entonces, lo hace. Coge la mano de Ubi donde está el anillo y da el giro al objeto para activar la teletransportación. Ella activa sus pensamientos hacia un lugar donde sabe podrá estar protegido. Antes de que el campo de luz se active se despega de Ubi y la toda la energía es dirigida hacia él que lo cubre por completo. Está hecho.

Ubi desaparece.

—¡Alto ahí! —grita el primer K-13 en ingresar a la habitación.

Demasiado tarde.

Carrie es tirada al piso por el peso del cuidador que, desesperado por capturar a la mascota, la ignora y se va contra ella. Su fallo ante los estatutos robóticos y las leyes humanas la condenaría si no fuera porque no ingresa en la línea de tiempo y conocimientos de juicio. Ella pasará como una "contaminada" por exposición a un producto defectuoso.

—Carrie, ¡qué hiciste! —exclama su madre, pero Carrie tiene su cabeza contra la superficie dura y fría, al igual que su cuerpo estampado como un sticker.

El cuidador se levanta. Se propone a ayudar a Carrie a ponerse de pie, pero eso es lo menos que ella quiere. No necesita que nadie la ayude. No le importa el golpe. No le importa nada más que saber que Ubi estará a salvo en el lugar menos insospechado.

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✓Prometí actualización el viernes, pero tuve problemas.
¡DISCULPEN!

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