Capítulo XXVIII: Sustituto

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El cyborg auto-reconstruye las fibras de su córnea que distorsionaron su visión a su alrededor desde que la mediadora intervino en su memoria. De apoco todo empieza a esclarecerse. Recupera en dos parpadeos la visibilidad de su entorno.

Ahí, postrado en una camilla, mira hacia sus lados. La habitación se encuentra alterada. Los elementos que lo rodean no están. Ahora su entorno se ve modificado por uno que le hace bajar la guardia de su sistema de alerta.

Un enriquecedor invernadero con variedad de flores rojas.

Al ser consciente del sitio, las esposas de ambos extremos de sus manos se desactivan y lo dejan "libre". Se incorpora. Da un paso fuera de la camilla y esta se desvanece.

Ahora es solo él y aquel espacio.

Sin darse cuenta de que, con cada paso que da y cada rosa que se acerca a oler como apreciar, va deteriorando su objetivo. Escapar.

—Me recuerda a las flores de mi invernadero. —Se oye así mismo murmurar, haciendo contacto con los delicados pétalos de una dalia.

Sin embargo, su procesador está lejos de analizar lo que conlleva en sí esa frase. Su cerebro artificial está haciendo asociaciones; y entre más asocie, más la habitación le hará replicas a medida que avanza.

Pero él no lo sabe.

Se encuentra hipnotizado por la belleza de pétalos.

Para su fortuna, ese panorama se vuelve su laberinto.

Vuelve, Erion.

Escucha una voz que se esfuma al tiempo que tarda en reaccionar y su mente manipulada bloquea la señal. Nada más que un eco débil resultan dichas palabras. El cyborg vuelve a ser atraído por la vista.

Un lirio.

Aquel lo distrae por estar en discordancia con un grupo de tulipanes. Aquella flor eleva su particularidad belleza entre las otras. Es la única que deja a la vista en los bordes de los pétalos del centro un color amarillo vibrante.

—¿Qué haces aquí, hermosa? —Es seducido a tocar sus pétalos.

Pero algo más... algo de su interior le impulsa a tomar por el tallo al lirio y arrancarlo de un solo tirón.

Su ritmo cardíaco se acelera.

Destruye el lirio.

Logra captar la voz. Esta vez no es solo un eco. Es una voz familiar que viene de su cabeza y acaba de darle una orden. ¿Cómo no obedecer a esa voz? Si esa voz es la de su tío.

Lo hace.

Lanza el lirio al suelo y lo pisa, restregando la suela de su zapato de un lado hacia el otro hasta que no queda nada de la belleza de aquella flor. La cual suelta una especie de esporas. O así es como lo ve el cyborg en una primera impresión.

Las esporas se convierten en hilos de luces blancas que empiezan a tejer su recorrido por sus piernas de una manera acelerada. El cyborg intenta zafarse de aquella acción arrancando los hilos, pero falla.

Lo que desconoce es que lo que lo envuelve es la red blanca.

Es momento de cumplir con parte de un propósito que se le es desconocido.

—¡No! —grita Erion, al verse atrapado por los hilos que llegan a su cuello y lo inmovilizan.

Cierra tus ojos, Erion.

Otra vez la voz de su tío resonando en su cabeza. Pero el cyborg, en esta ocasión, no obedece. Lo que trae consigo consecuencias.

Es absorbido.

Sus ojos son atrapados por el impacto de luz de la red. Intenta cerrarlos, pero es tarde. El destino de la materialización de su cuerpo es develado.

Aunque su visión se ve comprometida una vez más, ahora es diferente.

Necesitará tiempo para recuperarla. Necesitará cuidados. No puede ver nada más que luz blanca. Sus iris junto con su pupila se han tornado grises.

—¿Erion?

Intenta forzar su visión, pero es inútil. Desea infinitamente ver a quien cree que le pertenece esa voz. Está casi seguro de que es ella.

—¿Sugar?

El cyborg siente que unas manos toman las suyas.

Un suave contacto.

Unas manos femeninas según puede percibir.

—No... —La protagonista está tan sorprendida que titubea en su respuesta— Soy Snake.



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Tercer capítulo.

Si han terminado aturdidos al leer los capítulos, pues lo hice bien. 

¡FELIZ AÑO NUEVO!

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