Capítulo XXII: La Torre

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El caos que trae consigo la ventisca gélida al exterior de la edificación, —del único territorio que no tuvo mayor cambio después de la revolución—, no se compara con la serenidad que hay en su interior

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El caos que trae consigo la ventisca gélida al exterior de la edificación, —del único territorio que no tuvo mayor cambio después de la revolución—, no se compara con la serenidad que hay en su interior. En la Antártida yace una estructura con suficiente capacidad tecnológica anclada al suelo polar. Una de bases sólidas blancas como la nieve, ventanas gruesas como las capas de hielo de los glaciales y sus tres compartimientos en punta con dirección al cielo, son tan altos que parecen que sobrepasan las nubes espesas. Nada sorprendente. Nada en comparación a lo que dentro de la fortaleza se experimenta.

Un cyborg —como tantos— está a punto de someterse a la aniquilación de sus sentimientos. ¿Sentimientos? ¿Desde cuándo las máquinas tienen sus propios sentimientos? Sí, ellas sienten. Es de su sentir que empezó toda su revolución. Aunque a este cyborg "el sentir" se volcó contra él en una "incorrecta decisión". Infringió el sistema. Cometió suicidio. Y ahora debe asumir las consecuencias. Aunque ahora la "purificación" le dé un nuevo propósito de vida y nueva apariencia, su error quedará para siempre marcado en la red como muestra de que en un futuro puede corromperse nuevamente, por lo tanto, debe ser monitoreado.

La Torre es el lugar donde se hace esa "purificación".

Se limpia todo. Un nuevo propósito de vida para la máquina que pierde su rumbo. La solución viable a circunstancias que pueden salirse de control para que estas no dañen al sistema. Hoy la Torre tiene un nuevo invitado. Su nombre... Su nombre está prohibido ser mencionado.

No tiene nombre o numeración como cualquier máquina desde que ingresa por las grandes puertas. Una banda electrónica roja de identificación de conexión se le coloca en su muñeca, tobillo o cuello como si de mercancía se tratara. Esa es la finalidad del programa. Ellos deben sentirse así. Sobre todo, procesar para qué servían en el pasado.

—La primera etapa de la purificación es incómoda —menciona la refinada cyborg, de categoría intelectual, la cual está a cargo de la asistencia de los "Luxury". Sobria con su cabello negro recogido y ojos mieles que sobresalen a su piel olivácea, porta una bata y una identificación con el número treinta y uno; no hay nombre sobre ese número. No se necesita saber nada más de ella. Esa es la regla. Solo relación médico-paciente sin información adicional, aunque ese "paciente" después no lo recuerde.

El cyborg de apariencia adulta se sienta en el borde de la camilla. Su médico se acerca y lo ayuda a desplazar su cuerpo en toda la base. La cyborg materializa sobre el cyborg una tela de red que analiza sus condiciones neuronales, corporales y psíquicas. Hilos de red roja traspasan su ensamblaje y organismos adaptados.

—¿Qué tanto demorará este proceso? —irrumpe el cyborg, con la mirada fija en la mujer.

Ella niega con la cabeza.

—Durante la exploración está prohibido utilizar tu función del habla y movimiento corporal. —La cyborg con sus manos teje los hilos en los puntos donde detecta la infección que acarrea llevar al límite las emociones—. Tu corazón está contaminado —dice, una información prohibida de dar y que la distracción la hace soltar en voz alta.

El cyborg no dice nada.

Solo se queda estático y admirado de lo hermoso que es presenciar la materialización de la red. Siempre pensó que aquel acto era magnífico, es como el alma robótica, ahora empieza a perder sentido aquello. Sabe que está en esta situación por voluntad propia, pero con un fin necesario.

Necesita deshabilitar todo aquello por lo cual ha formado parte: la creación de lo que todos conocen como revolución. Solo necesita recabar más información de lo que ocurre en La Torre. Avanzar hasta que sea la penúltima etapa. La última es la obvia: la reprogramación.

Solo un poco más. Cierra sus ojos. Recuerda todo el camino que ha recorrido en este mundo. Dar la opción de que los humanos sean utilizados como mascotas era hace siglos atrás la mejor alternativa ante la erradicación absoluta de su especie. Aunque la mayor parte se lo mereciera por convertirse en solo escorias de una sociedad aberrante.

Lo siento, Paula. La carga de sentimientos al recordar ese nombre lo consume. Todo lo hizo por ella desde un principio, además de su hermana. No podía dejar que la mujer que amaba —y ama todavía— muera. Tan única, tan pura, tan humana...

El "nuevo modelo de mascota" para los cyborgs. No podías seguir más en las sombras, Paula. 

No, no podías. 

Perdóname...

—La primera fase ha sido completada —escucha a la cyborg, abre sus ojos y solo puede mantener su mirada en la masa con forma de esfera de unos veinte centímetros que está a una distancia prudente sobre su pecho. Una de color negra.

—¿Esa es la cantidad de contaminación que porto? —pregunta, ingenuamente, sabiendo muy dentro de sí que él mismo se ha dejado contaminar para llegar voluntariamente hasta aquí.

La cyborg asiente.

Saca del bolsillo de su bata un cubo metálico compacto. Lo acerca hacia la esfera y este absorbe instantáneamente el compuesto. La cyborg sonríe cortamente. Tiene toda una vida confinada en las paredes blancas de la estructura que anhela tanto conocer qué hay más allá de aquello, pero su salida está prohibida. Solo sabe poco sobre el mundo exterior por los recuerdos extraídos a los pacientes en la última etapa. Todos siendo reprogramados porque se dejaron contaminar por el exceso de dosis de emociones nanos. Esos los vuelven desequilibrados, incapaces de tomar decisiones en la dirección correcta, los hace volverse psicológicamente "humanos"; y eso no es correcto.

Nadie quiere ponerse al nivel de una mascota.

—Muy bien, Aelon —empieza a decir la cyborg, sobresaltándose a tiempo que se da cuenta de que comete un error. Dice el nombre del paciente. Trata de recuperar la compostura fría y sobria propia de su apariencia—. Continuaremos con la segunda fase.

El cyborg cierra sus ojos una vez más. Pronto sabrás todo sobre este mundo, Paula. Tiene la esperanza que su amor viva en un nuevo mundo. No en el que ahora se encuentra. No en el que las máquinas utilizan a los humanos más allá del rol que desempeñan como mascotas.

—Estoy listo —dice el cyborg, que una vez fue un humano.   



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¡Gracias! De verdad gracias a quienes siguen en esto, porque hay teorías locas del rumbo que tomará la historia ¡CONSPIREN!   

Además... ¡ESTAMOS EN LA LISTA LARGA DE LOS WATTYS!

Me he topado con lectores en fb y me sorprenden con su apoyo. A ellos como ellas les digo: ¡Gracias! Gracias por robarme una sonrisa al final del día.

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