Capitulo 9

33 4 0
                                    

Como pensé esos mismos soldados que me escoltaban, me ayudaron a que no me cayera por esos escalones infinitos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Como pensé esos mismos soldados que me escoltaban, me ayudaron a que no me cayera por esos escalones infinitos. Indicándome cuando tenía que pisar sin llegar a tropezarme o abalanzarme sobre alguno de ellos. Tenía frío, mucho frío. Mis labios temblaban por la humedad que hacía en ese lugar y mi piel erizada se quejaba en busca de calor. Si ese iba a ser el fin de mis días, iba a ser un desastre total. Iba a sufrir mucho allí debajo porque claramente estábamos descendiendo a un lugar inhóspito sin vida y sin luz aunque no pudiera ver realmente bien a través de esa tela negra, reconocía el silencio y la oscuridad que se albergaba en ese lugar.

Era como si estuviéramos debajo de la propia tierra pero no estaba segura de ello al no poder ver nada en absoluto y ya me estaba empezando a cansar de estar sin visibilidad. Mi miedo se esfumó cuando le reté, ya no tenía miedo porque lo peor que pudo hacerme fue sacarme de los brazos del bosque, de mi familia. Lo último que podía hacerme era arrebatarme el alma, castigarme y torturarme hasta que muriese. ¿Y qué? Ya nada importaba, tan solo quería parar. Llevábamos horas bajando por esas escaleras, estaba cansada de todo y mis músculos empezaban a quejarse.

Entonces percibí un ruido totalmente sacado de lugar, un animal como ese no podía estar allí abajo en ese ambiente y menos sin luz. Pero cuando volvió a relinchar, no tuve ninguna de que habían caballos en ese lugar y muy cerca nuestra. Caballos, en ese lugar tan espeluznante, cómo podía ser aquello. Obvié preguntas cuando dejamos de descender para tocar con la planta de mi piel esa tierra tan húmeda y seca a la vez. No me transmitía nada, no había vida en ese lugar como comprendía anteriormente. Mis pies estaban adoloridos, mucho ya que una cosa era caminar descalza por el suelo del poblado el cual era blando y perfecto para andar sin zapatos pero aquella tierra tosca, me estaba haciendo gemir de dolor.

Me removí nerviosa al notar como unas manos me tomaban por las muñecas donde se situaban las esposas, apretándolas y haciéndome más daño. Gruñí por el dolor causado sin saber que en ese momento me estaban privando de la poca libertad con la que contaba.

–Quédate quieta de una vez.

Esa voz era desconocida y una orden bastante contundente que no hizo para nada quedarme quieta, ya que me meneé con mucha más fuerza propiciándole un golpe en su armadura al notar el fuerte golpe en mi brazo. Estaba segura de que iba a salirme varios moretones por todo mi sobresfuerzo y por los golpes pero aún así no podía dejar que hicieran aquello.

–Xylia

En ese instante si me quedé quieta al escuchar cómo ese asqueroso ser pronunció mi nombre con tanta letalidad que tuve incluso miedo.

–Tan solo te van a poner unas cadenas que van con las esposas, así que cálmate.

Órdenes, no quería más órdenes ni que me dijera que me calmara, él no era nadie para decirme qué es lo que debía hacer. Me daba igual que fuera el Señor de las Almas Perdidas, me quería por algo y tarde o temprano lo averiguaría y cuando lo hiciera, no se lo daría con facilidad. Sufriría como yo lo hice, lloraría y me suplicaría. Ese maldito sufriría mi venganza.

La Leyenda ÁureaWhere stories live. Discover now