Capítulo 32

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La recuperación no había estado tan mal como me lo hacía ver en mi mente. La verdad que tener a ese zorro que me hacía compañía y que empezaba a querer con locura, era bastante consolador. Además, no estaba de más, las visitas diarias de Ilyra y de Keegan, con quién pasaba muy bien el rato  y me hacía reír más de lo que quisiera, sobre todo por los temas de conversación, la vida en la tierra o las fiestas que celebrábamos. Estaba segura de que él podía acostarse con cualquier mujer que se topase, era atractivo y divertido pero alguien lo superaba y ese era Azael. El Portador de las Almas Perdidas aparecía en mi mente sin previo aviso para quedarse por tiempo ilimitado. Era un incordio pensar en él, en todas las diversas formas posibles, y recalco, en todas las situaciones del día a día. Debía verse realmente bien cuándo entrenara y luchara contra sus contrincantes.

Pero, ¿qué estaba pensando?  

Mis hormonas me estaban jugando una buena jugarreta, mi ciclo debía estar acercándose por eso estaba tan emocional y sensible. Aún así, no debía de ponerme a mil pensar en él, sobre todo después de haberme arruinado la vida, bueno o eso es lo que quería creer. 

Ya podía pararme de pie sin gruñir de dolor y tras cuatro días de recuperación más los que estuve dormida, pasé ni más ni menos que una semana metida en esa habitación, sin dejar que nada del exterior me afectase. Ese lugar era seguro y empezaba a gustarme pasar tiempo metida en ese lugar en el que mi lugar favorito era esa cama, tan cómoda y con esas sábanas y mantas tan suaves. Me encantaba estar acostada sobre ella y dejar que Nieve se subiera en ella aunque también me gustaba pasear por el palacio sin que ninguno de los sirvientes ni soldados se pararan a mirarme. Eso era simplemente satisfactorio, pasar desapercibida y no tener a nadie que me observara a parte de Cyno, con quién mantuve alguna que otra conversación y que finalmente no llegué a disculparme por haberle golpeado, era lo que tenía que hacer como él hizo.

Mi rodilla ya se había recuperado y mi espalda también aunque me habían comentado que las cicatrices no se irían nunca y en vez de ponerme triste, lo tomé como un recordatorio del que estuve a punto de morir en varias ocasiones y salí viva, como una luchadora, una guardiana. Debían de ser unas marcas horribles pero no eta nada nuevo que mi cuerpo no conociera.

Así fue como pasaron esos días y recibí las visitas de Senka y Malentha, mis mentora quién me observaron con orgullo mientras me daban la enhorabuena. A pesar de sus ojos llenos de brillo, pude ver un poco de molestia en los ojos de Malentha, parecían decepcionados pero no podía ser por la misión ya que parecía muy contenta por haber conseguido aquel logro histórico. Sonreí irónicamente, tuvo que venir una humana al Subsuelo para conseguirlo.

Mientras miraba por la ventana, observé a los guardias que yacían abajo, entrenando con espadas y lanzas de madera. Eran precisos, ágiles y letales. La forma en la que entrenaban, luchaban y atacaban, era algo que teníamos mucho que envidiar los humanos. Sus cuerpos esculpidos a la perfección y su grandeza, llena de intimidación. Todos los hombres que había visto desde que había llegado allí eran brutales pero Azael los superaba a todos y de verdad, esperaba con ansias que entrara por esa puerta y cumpliera su promesa de llevarme por la ciudad. Aún recordaba las recomendaciones que me había dado Keegan, una muy especial, la visita al templo de las tres lunas. 

«Tienes que rogarle para que te lleve al Templo de las Tres Lunas »

«Un lugar único»

Así que con discreción, rezaría a la diosa Madre que pasaran cerca de ese templo y que pudiera convencerlo para que entraran. Por las palabras de Keegan, me dio curiosidad ver lo bien que describía ese lugar, al igual que cuando hablaba le brillaban esos ojos azules zafiros de forma intensa. Eran preciosos y la verdad era que cuando me comentó que debía marcharse por unos días, me sentí un poco triste, sobre todo por no tener su compañía durante unos días. Se había convertido en mi rutina, el tener que hablar con él y reírme, a pesar de que mi interior no estaba totalmente reparado. 

La Leyenda ÁureaWhere stories live. Discover now