Capítulo 11

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Estaba siendo torturada por mis propios dolores

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Estaba siendo torturada por mis propios dolores. Estaba sintiendo mucho daño en mis pies, me dolían a rabiar pero lo peor no fue aquella aflicción sino el estar sentada en aquel caballo junto al soldado que ya lo montaba con anterioridad. Seguía manteniendo las cadenas en mis muñecas y no quise abrir los ojos por miedo a que ese hombre se burlase de mi. Así que me mantuve en esa pose inconsciente durante todo el trayecto hasta que poco después llegamos a un lugar totalmente inhóspito pero con más vida de lo que había podido ver en el viaje.

El lugar parecía un pequeño poblado con tres casas grandes todas ellas de madera y roca. Se erigían formando un pequeño círculo sin llegar a formarlo. Entreabrí los ojos para ver qué estaba ocurriendo en ese lugar y por las figuras humanoides que vi, me tranquilicé. Además de ver bullicio y caballos, llegué a la conclusión de que podía tratarse de una posta para viajeros y comerciantes. Así que me relajé, no podía ser tan malo ya que el dolor que sentía en todo mi cuerpo ya era más que suficiente pero a pesar de ello, seguía sintiéndome vulnerable en un mundo en el que no podría sobrevivir por la inexistencia de luz.

A cada paso que avanzábamos, fuí abriendo un poco más los ojos con cautela. Sabía perfectamente que ese ser que lideraba el triángulo, no se percataría de ello pero cuando escuché un leve susurro procedente de mi espalda, me sobresalté.

-No sigas fingiendo, sé que llevas más de una hora despierta.

Tragué nerviosa al sentir el aliento de su boca en mi espalda. Esa voz era más humana de la que pude sentir con ninguno de los otros soldados. Me removí en el asiento, moviendo las cadenas que chirriaron al chocar entre ellas. Entonces supe que había dado un indicio de que había despertado de mi inconsciencia.

Nadie hizo caso, ni el Señor de las Almas Perdidad pero seguramente debía tramarse algo entre manos. No era posible que no se hubiese dado cuenta de mi despertar aunque aquel mero susurro hizo darme cuenta de que esas figuras humanoides no eran tan humanas al fin y al cabo. Sus orejas eran puntiagudas y sus colmillos eran más largos y afilados que los de un humano promedio. Me quedé atónita al ver lo grandes que eran sus cuerpos musculado y esbeltos. Pero me quedé impactada cuando observé bien a un grupo de personas y en vez de ver personas de ese tipo, vi personas con cuernos y con colas. Eran seres mágicos y que nunca antes vi. Algunos su piel era de colores oscuros como verde oscuro o azul oscuros. Me quedé muy sorprendida por aquello pero más cuando observé como estábamos en frente de todos aquellos a esperas de bajar del caballo, me ayudaron a bajar con la ayuda de otro soldado y el que estaba detrás mía mientras que el Señor de las Almas Perdidas, se adelantó y entró al primer establecimiento con las reverencias de todo el mundo que estaba allí. Ese maldito y estúpido ser era el rey y todos le obedecían y le daban su lealtad.

Una vez toqué tierra de nuevo, gruñí de dolor al volver a caminar. Mis pobres pies estaban desechos y la piel en carne viva era probable que nunca volviera a regenerarse. Estaba muy dolida y resentida, mis pasos eran pequeños y cortos. La gente postulado allí empezó a desviar su mirada hacia mí y hacia los soldados que me escoltaban. Empezaron a murmurar pero seguí adelante con la mirada clavada en el gran portón de madera que ese rey malévolo ya había traspasado anteriormente. Sin embargo me sentía incómoda en ese lugar, todos me miraban alucinados como si no hubieran visto a una humana en su vida mientras que otros se reían de mí sin ninguna vergüenza a pesar de estar yo delante.

La Leyenda ÁureaWhere stories live. Discover now