Capítulo 22

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Azael

La sangre me hervía y más, después de haber visto como varios de mis soldados de mi ejército caían por culpa de la horda de asyhe que golpearon la campaña situada en la barrera mágica del  reino.  No fue una gran matanza, gracias a la llegada de Keegan y sus hombres, el batallón de sombras. Los relucieron en cuestión de segundos pero aún así, debí de haber percibido la intrusión y el acercamiento de asyhe. Esto era culpa mía y probablemente por haber sucumbido ante la sangre de esa humana. Perdí el control sin dudarlo. Su sangre tenía un sabor especial y después de haberla probado, era más que probable que se hubiese convertido en mi adicción. Nunca había una sangre tan equilibrada en mis novecientos años de edad. Ella era especial y estaba seguro que en su interior aguardaba la luz más potente de cualquier mundo. 

–Azael, ¿me estás escuchando? 

Desperté después de que el propio Keegan me llamara la atención. Me perdí en mis pensamientos mientras estábamos discutiendo varias estrategias en mi despacho. 

–Perdona hermano, ¿qué decías? 

Me disculpé ya que debía de volver a centrarme en mis asuntos y dejar de pensar en esa humana. En cambio, Keegan tan solo suspiró pasando su mano por ese cabello corto  como el cielo nocturno que iluminaba el cielo del mundo humano. 

-Creo que esa humana te va a hacer perder la cabeza.

Me reí antes sus palabras ya que estaba en lo cierto pero aún así, era el rey y debía de tener un cierto autocontrol que poco a poco con la desobediencia de Xylia, empezaba a deshacerse.

–¿La has visto? –pregunté yo con una sonrisa.

–No y tampoco creo que sea necesario  –anunció él mientras se recostaba en uno de los sofás.

Keegan mantenía esos ojos zafiros fijos en mi, esos ojos letales y preparados para ver a través de las sombras en cuestión de segundos. En todas las batallas libradas, él siempre jugaba el papel del factor sorpresa. A través de las sombras, se teletransportaba a cualquier lugar en el que necesitasen ayuda, siempre se mantenía en activo.

–Dentro de dos días cuando haya plenilunio, esa humana deberá traerme tres cabezas de Jabag, espero que estés ahí para verlo –comenté mientras observaba con cautela esa cicatriz que le atravesaba el ojo derecho verticalmente.

Una herida de guerra que nunca sería curada

–¿Estás loco? –preguntó él sorprendido –Sabes perfectamente que nunca nadie ha conseguido una hazaña así, además es una humana, es débil podrían matarla en cuestión de segundos.

Suspiré mientras sonreía perspicazmente.

–¿Crees que si no confiara en ella, le hubiese dado ese tipo de misión? 

Keegan negó con la cabeza mientras sonreía. No estaba loco y de verdad, sabía que era fuerte pero debía hacer que ella se lo creyera y que le demostrara a todos que no era humana debilucha, sino una humana que podría compararse con nuestra raza.

–¿De verdad confías en una humana? –preguntó Keegan curioso.

–Es mi humana Keegan, no una humana cualquiera.

Y esa era la verdad, era mía, solamente mía. Nunca nadie podría tocarla cómo lo hago yo y eso que aún no le he tocado como yo quisiera, aún así haberla probado y haber jugado un poco con ella, había sido un buen principio del que estaba orgulloso.

–Solo espero que recuerdes que es una humana, no una de los nuestro, Azael.

–Lo sé pero ella puede elevar su estatus, créeme, es muy cabezota y sobre todo, tiene muchas agallas.

La Leyenda ÁureaWhere stories live. Discover now