Capítulo 42

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Neith

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Neith

¿Cuántos días llevaba allí dentro? Había perdido la cuenta. Deseaba salir de allí aunque fuera para ver un mundo totalmente distinto al mío. Prefería aquello que tener que estar allí encerrado. Se estaba haciendo muy duro, y más, sin haber podido beber desde que entré. Iba a morir por deshidratación ya que al menos, por comer no, aún debía de tener los restos de aquel pan que me dio la bruja con un carácter bastante interesante.

Con la única que mantenía contacto era con Merion, la pobre humana mayor que me trataba como si fuese su hijo. Estaba harto de estar encerrado, había estudiado cualquier posibilidad de escaparme, incluso utilizando a Merion para conseguir salir de allí. Luego me arrepentí, si la utilizaba o le pedía ayuda, cargaría ella con la culpa y probablemente la matarían, así que tuve que buscar cualquier otra forma, ninguna dio éxito. 

Mi cuerpo estaba debilitado por la falta de energía y mi mente empezaba a imaginarse cosas inexistentes. Necesitaba mantenerme activo pero si me ejercitaba, sudaría y no era el momento para deshidratarme aún más. Me sentía demasiado sucio y cansado, las noches ahí eran horribles sobre todo porque no sabía como distinguir la mañana y la noche. No había ninguna ventana que pudiera dejarme ver el cielo. Estaba aislado en una oscura habitación. 

En cualquier caso, me alegré de escuchar chirriar la puerta exterior ya que eso significaba que Merion había llegado pero para mi sorpresa no fue ella, ya que cuando abrieron la puerta, se mostraron  un hombre y una mujer, si se les podía llamar así ya que por sus orejas, no era muy humanos la verdad. Eran soldados claramente que vestían una capa roja con la capucha por encima de su cabeza. Debajo de la caba llevaban una especie de equipamiento parecido al de los Guardianes del Bosque, pero el suyo parecía mucho más resistente ya que parecían escamas negras. Sus botas eran realmente admirables, tanto que las que llevaba puestas, podrían no poder compararse a las suyas. Venían acompañados por dos lanzas de hierro, cada uno portaba una.

—Levántate, humano.

Hacía mucho tiempo que no me ladraban una orden, y más llamándome de forma despectiva lo que soy, un humano. Me levanté pero a mi ritmo, no tenía mucha fuerza, además que si se torcían las cosas debía de guardar algo de fuerza para poder intentar defenderme, al menos un poco. Una vez estuve de pie, esperé a que vinieran a por mi, o eso es lo que pensé que harían pero no fue así, ya que sin habérmelo esperado, una tercera persona entro a ese pequeño zulo lanzándome agua lo bastante fría como para activarme. Me empapó entero y yo tan solo los miré como si aquello no hubiese sido real.

—¿Enserio? Hubiera sido mejor que me hubieseis dejado bañarme en cualquier sitio —dije frotándome los ojos y tirando mi pelo hacia atrás.

Ninguno me contestó y menos, cuando noté como se ponían firmes, espaldas rectas y mentón hacia arriba. Entonces la volví a ver, a esa zorra que me manipuló como si fuera un estúpido. La Bruja Roja me miraba con perspicacia mientras avanzaba pasando por delante de sus subordinados. Se paró lo suficientemente lejos de mi como para no cogerla del cuello y ahogarla.

La Leyenda ÁureaWhere stories live. Discover now