Capítulo 29

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Neith

Esto era más difícil de lo que podía haber imaginado. Tener este secreto que me ardía en mi interior, el saber que podía recuperarla si le juraba lealtad a esa tal "Bruja Roja". No podía incluso ponerme delante de Owen y mirarle a los ojos con sinceridad. Todos estábamos sufriendo y era agotador. Me quedaban tan solo un día para que esa criatura espeluznante volviera a verme. No tenía ni idea de qué hacer ni si lo que iba a hacer era lo correcto. Quería volverla a tener en el poblado, provocarla y discutir con ella. Entrenar el tiro con arco o simplemente observar lo guapa que se veía cuando se concentraba o cuando intentaba enseñar a los niños. Porque sí, era una pésima maestra, y aún así verla sonreír con los niños, me ponía feliz.

Todo aquello se esfumó, arrebatado por la oscuridad en cuestión de segundos. No podría perdonármelo nunca. Así que tomando aire, dejé mi mente en blanco y volví a entrar a hurtadillas en la Casa del Conocimiento. Quería o más bien, necesitaba saber porqué esa mujer misteriosa me había pedido que consultase y leyera aquellos antiguos pergaminos. Lo haría pero con un objetivo en mente <recabar toda la información posible>.

Así que esos mismos documentos, los cuales había estado a punto de poder leerlo hacía unas noches, pude tenerlos para mí solo. Empecé a leerlos y no acaba de entender su contenido. Como ya había visto, se trataba de runas, idénticas a las que la Bruja Roja tenía debajo de sus ojos. Estaba absorto intentando recordar esas runas y cuando quise darme cuenta, un golpe seco hizo que despertara de aquel trance en el que comparaba las runas. Me giré agilmente para ver a la Sabia Anciana apoyada en su largo y gran bastón mientras me miraba con una sonrisa.

—Joven Neith, ¿qué le tiene tan intrigado con estos documentos?

Esa pregunta fue como una bofetada en la cara. Me quedé quieto y sin saber qué contestarle. Me había pillado y ahora pagaría las consecuencias.

—Discúlpeme Sabia Anciana, he querido averiguar más de lo que puedo permitirme –acabé diciendo con la mirada clavada en el suelo.

—Entiendo que es por Xylia —asentí rápidamente.

—Estos documentos no muestran ningún ápice de información sobre el Monarca del Subsuelo, creí que ya se lo hice saber.

Estaba escondiendo algo. Esa forma en la que hablaba no era típica de la Sabia Anciana, esa forma brusca en la que me estaba reprimiendo y más como evitaba hablar de ese ser al cual le tenía unas ganas insaciables de torturarlo hasta la muerte.

—Lo sé pero tuve visiones en las que aparecían estos mismos símbolos —mentí y por la expresión no muy convencida de la Sabia Anciana, no supe si habría valido.

—¿Qué símbolos? ¿Cómo estos? —preguntó señalando los de un pergamino en concreto, el más viejo de todos y el más maltratado como si lo hubiese querido romper o desintegrar.

Asentí sabiendo que en ese pergamino habían varias runas similares a las que portaba la Bruja Roja. En cualquier caso, la Sabia Anciana se puso a mi lado con ayuda del bastón y tomó el pergamino.

—Este pergamino habla sobre los acontecimientos que se vivieron en el bosque hace dos mil años —fruncí el ceño sin saber de lo que estaba hablando. 

Al verme reaccionar de esa forma, la Sabia Anciana me dio el pergamino el cual sostuve con cuidado y al ver de más cerca esas runas, me quedé impresionado por todos los símbolos tan precisos formando un esquema parecido al de un arco y una flecha.

—No debería contarte esto —soltó la Sabia Anciana y supe que sí o si debía contármela.

—Sabia Anciana le suplico que me la cuente, esto debe ser cosa del destino, que tuviera visiones sobre estas mismas runas ya que a lo mejor puede tener algo que ver con el reclamo de Xylia.

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