Capítulo 34

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Neith

Esa bruja emitió una sonrisa fantasmal que dejó mi cuerpo helado. La mujer que estaba detrás de mí, tiró de mi pelo hacia atrás quedando todo mi cuello estirado. Entonces un susurro llegó a mi oido y no pude quedarme más pasmado.

—No sabes lo que acabas de hacer, rubito.

Con todas mis fuerzas, intenté zafarme de su agarre, sin éxito. Era como si me hubiese colocado una losa de piedra encima de mi. Estaba furioso y más cuando noté como la daga empezaba a clavarse en el cuello de Owen.

—¡Eh!¡¡ Ya lo he jurado, dejadle ir!! —grité yo con rabia.

—Querido guardián, el juramento no se ha completado —comentó la mujer que sostenía a Owen—las palabras se las lleva el viento —acabó diciendo con cierto tono sarcástico.

Fruncí el ceño mientras esa mujer con afiladas uñas me soltó el cabello y me dejó ver realmente la escena. Esa Bruja Roja se sacó mi daga del pecho y cuando vi que de la herida y en la daga, no había sangre humana, acepté que aquel ser era una criatura mágica. Su sangre era transparente con un tono negro pero diluido. Aún así cuando la vi acercarse a mí con la daga en alto, chorreando aún con su sangre. Entré en pánico imaginándome lo que podía hacer con ella. 

—¡¡Neith, no lo hagas!! —vociferó Owen quién debió ver mi angustia pero fue callado rápidamente con una bofetada por aquella mujer de la misma especie que la Bruja Roja.

Si lo que me imaginaba era cierto, mi estómago se quejó notablemente. 

Entonces lo supe con certeza cuando se colocó delante de mi y esa mujer que estaba detrás de mi, me volvió a estirar el cuello hacia atrás quedando totalmente expuesto pero esta vez tirando del cuello hacia el lado derecho.  En mis ojos se formaron el malestar, la rabia y el odio que se había ganado esta estúpida y horrible mujer.

—De hoy hasta la eternidad, tu, Neith Woodheart, ex-guardián del bosque, quedas totalmente bajo mis órdenes, permanecerás a mi lado y tu lealtad será grabada en tu piel como símbolo de que ahora eres propiedad de la Corona Roja.

Me removí nervioso cuando esa daga, la que tanto había usado y había forjado yo mismo, fue el arma que se clavó en mi piel sensible del cuello, cortando varias líneas horizontales y luego, formando símbolos que se unían a esas líneas. Gruñí de dolor, mi labio a pesar de estar partido, seguí mordiéndolo provocándome más dolor. Sentí nauseas cuando su sangre entró en contacto con la mía, me sentí incómodo como su sangre se estuviese uniendo con la mía. Me empezó a arder, un fogonazo agonizante empezó a quemar la piel de ese mismo lugar, una vez noté que tras varios minutos, la daga empezó a separarse de mi piel y la Bruja Roja soltó de forma brusca la daga dejándola cerca de mis rodillas. Se giró dándome la espalda y no más me soltó esa mujer, no pude huir, tan solo me puse las manos sobre ese lugar, cubierto ahora por una especie de betún. Cerré los ojos de agonía, ¿qué había pasado? ¿Qué iba a pasar ahora? 

Vomité, vomité del dolor y de lo sucio que se sentía mi interior. No sabía que más hacer hasta que noté al entreabrir mis ojos que Owen yacía acostado en el suelo. 

—¿Qué... le habéis hecho? 

Me ardía la garganta, mi voz mas grave debido al desgaste de mis cuerdas vocales. Pero cuando esa mujer que había estado sujetándome se puso delante de mí, pude ver a una mujer con los mismos rasgos que las demás pero su mirada era hipnotizante, sus ojos con bicromía, hicieron que me fijara que tenía el ojo derecho con el mismo tono que los de la Bruja Roja, de color rojo como la propia sangre humana, mientras que el ojo izquierdo era de color blanco con rayas rojas en el centro. Me quedé embobado observándola, su cabello negro como la noche misma, pero lo más probable es que fuera al dolor que estaba sintiendo.

La Leyenda ÁureaWhere stories live. Discover now