Capítulo 12

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-Por favor señorita, debe calmarse -dijo con desesperación el pobre curandero que trataba de mantenerme quieta para poder continuar con el tratamiento pero era imposible, ni con los dos soldados que me sujetaban de los brazos pudieron mantenerme q...

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-Por favor señorita, debe calmarse -dijo con desesperación el pobre curandero que trataba de mantenerme quieta para poder continuar con el tratamiento pero era imposible, ni con los dos soldados que me sujetaban de los brazos pudieron mantenerme quieta.

Aquello dolía muchísimo, no sabía qué tipo de aceites me estaban aplicando pero dolía mucho y no podía soportarlo. Gruñía y chillaba de dolor cuando ese hombre con cuidado, pasaba una tela con el líquido y me la colocaba en la planta del pie. Era muy lastimoso y mis ojos inundados por las lágrimas, veían borrosos la situación.

El monarca de aquellas tierras tenebrosas seguía aún en la sala, expectante de la escena que estaba creando pero no era de menos, los pies los tenía realmente mal y habrían sufrido demasiado pero saber que su remedio dolía aún más, me mantenía contradecida.

-Si sigue así, no voy a poder acabar con el tratamiento, majestad.

No se dirigió hacia mí sino a su rey que observaba con cautela y quien mantenía los brazos cruzados. Escuché cómo soltó un leve suspiro y con la mano ordenó que s detuviera por unos instantes, algo que me alivió. Mi respiración agitada y mis rápidas palpitaciones simbolizaban el sufrimiento por el que estaba pasando. Se acercó a mí e incluso se agachó para estar a la misma altura que yo, obligando al curandero a apartarse. Lo miré dolida, muy dolida mientras que yo tan solo vi oscuridad y cómo esa mano con esas largas uñas se posaron en mi rodilla sin llegar a clavarlas, tan solo las colocó encima de ellas.

-Si quieres volver a ponerte de pie sin quejarte de dolor, tendrás que soportar esto, pequeña guardiana.

Mi respiración no se calmaba, estaba muy confusa para poder entender sus palabras. Tan solo quería que aquello parase y que volviera a la normalidad junto a mis seres queridos en el poblado, no allí con desconocidos y criaturas mágicas, ese no era mi lugar.

-N-no p-puedo -dije con la voz entrecortada.

Era realmente doloroso y si seguíamos así, iba a desmayarme tarde o temprano.

-Xylia, si que puedes y me lo vas a demostrar ahora -con la mano ordenó a los presentes que se prepararan -sigue centrándote en mi y en todo el odio y dolor que te he causado.

Averigüé sus intenciones pero aún así, cuando volví a notar ese líquido, volví a chillar y a sollozar. Aunque ahora notara un leve apretón en mis rodillas como si ese ser quisiera recordarme que seguía allí con ellos. Me removí y temblé por aquella sensación, mis ojos empezaron a nublarse y no era por las lágrimas que derramaba, sino por el suplicio y por el inminente desmayo que iba a sufrir. Aún así, lo soporté y parecieron horas interminables, hasta que noté como ese líquido se desvaneció hasta que no quedó rastro de él y simplemente pude volver a respirar con normalidad. Estaba empapada de sudor, todo mi pelo mojado y mi vestido pegado a mi cuerpo marcando cada curva.

Los soldados me soltaron y el curandero finalizó su trabajo vendándome los pies y las pequeñas heridas que se encontraban en la clavícula. Una vez finalizó, se marchó dejándome con aquel regente que ahora, ya de pie, me miraba desde la altura.

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