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Las Fotos


—Te hemos estado llamando y manda a buzón —reclamó Daniel que estaba sentado en la mesa con una porción de papas fritas

—¿Cómo te fue con Vanessa? —preguntó Annie.

Karold sonrió y yo la mire fijamente.

—Ya se los conté —dijo.

—Ha sido una noche interesante —comenté y empecé a narrarles porque carajos ya no tenía celular y cómo después del atraco las cosas se pusieron un poco incomodas. Caminamos por el muelle un rato, y luego tuvimos que caminar hasta su casa, porque también me habían quitado el dinero que traía en aquel momento. Después de dejarla en la puerta, ella se despidió con palabras simples y ni siquiera me dio un beso en la mejilla. 

En realidad Vanessa parecía bastante molesta desde que nos habían robado, quién sabe que escondía en su teléfono. 

—¡Mierda! —exclamé asustado interrumpiendo la anécdota. 

—¿Qué pasó? —preguntaron a unisonó mis tres amigos sin quitarme las miradas inquisidoras de encima. 

—Las fotos —susurré.

—¿Las fotos? —preguntó Annie confundida—. Eso que tiene que ver con tu mágica noche.

—No, no, no —intente no caer en pánico—. En mi móvil tenía muchas fotos. Y no precisamente de una galería de arte.

Todos tres se echaron a reír.

—Entonces el ladrón estará feliz de conocerte la hormiga —bromeó Karold.

—Oye, para empezar no es ninguna puta hormiga. ¡Se llama Máximo! —volvieron a soltar una carcajada—. Y el problema no son las fotos de mi verga, eso no importa. O bueno, no sé, tal vez después vea mi ejemplar aparato reproductor en la internet.

—Estaremos pendientes —dijo Annie.

—¿Disculpa? —le recriminó Daniel—. ¿Acaso queréis verle el pito a Jack?

—No vayan a empezar —pidió Karold.

—Creo que lo más grave son las fotos de todas esas mujeres desnudas que tengo archivadas —dije en voz baja para que nadie se percatará. 

—¡Eres un cerdo! —gritó Annie.

—¿Y no las aseguraste, ocultaste, o algo? —preguntó Daniel preocupado.

—Espera, qué —Annie arqueó las cejas—. Así que tienes un escondite en tu celular...

—Claro, allí guardo las que tú me envías —Daniel se sonrojó y todos nos echamos a reír. 

Esa noche comimos y nos tomamos unas cervezas pero yo no podía evitar pensar que sucedería si el ladrón lograra acceder a mi información. Si en realidad pudiera ver todas esas fotos recolectadas con el tiempo de esas mujeres que no pretendían nada físico conmigo. Que me dejaban en la zona de amigos.

Me prometí no volver a hacer esas cosas por internet. 

Mientras reflexionaba y salia del bar de siempre, la lluvia sin aviso cayó sobre mi cabeza. Cerré los ojos y me quedé sintiendo el agua hasta que no la sentí más. Abrí los ojos, y aquella desconocida mujer con la que me había topado hace unos días, me cubría con su sombrilla.

—Debemos dejarnos de encontrar así —dijo.

Yo me reí.

—¿Cómo te llamas?

—Me llamo Elizabeth —contestó con una sonrisa—. No me puedo quedar a charlar —continuó—. Pero podrías darme tu número y así quizás podamos tomarnos algo después.

Yo entorne los ojos y me sorprendí ante las señales del universo. 

—Me robaron el móvil —dije con cierto dolor en las entrañas. Ella de verdad era hermosa, hasta su voz.

—Es una pena porque debo irme ya —me dejo con su sombrilla en la mano y se subió a un taxi que la esperaba al borde de la acera—. Luego me la devuelves —dijo por la ventanilla mientras yo esbozaba una sonrisa intentando cerra mi boca por la sorpresa. 



Friendzone: Una tonta historia de AmorWhere stories live. Discover now