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Contusión 


Cuando abrí los ojos Daniel, Annie y Karold estaban a mi alrededor. Estábamos en el sofá que era nuestro lugar en el mundo. Yo claramente recostado, y ellos atendiéndome como si fuese un príncipe. 

—Qué machote —así me recibió Daniel.

—No vuelvas a hacer una estupidez de esas —intervino Karold— Nunca vale la pena.

—Ese ojo tendrá mala pinta por estos días —complementó Annie.

La única que no sonreía era mi mejor amiga.

—¿Y el grandulon? ¿Quedó noqueado también? —pregunté sonriendo con triunfalismo.

Los tres soltaron una carcajada. Ya lo peor había pasado, aunque en la cara de Karold se evidenciaba cierta desilusión,y una migaja de tristeza que le constipaba la cara y le aguaban los ojos. Podía sentir su traición y su desconsuelo. 

¿Y quién no lo estaría?

—Ellos ya se fueron —dijo—. Nadie los quería aquí, y creo que no volverán por estas partes.

—Me perdí la despedida —bromeé y me senté, aunque todavía me dolía un poco la cara y sentía mi ojo palpitar. 

—Yo invito la próxima ronda —volvió a decir Karold—. Me apena mucho lo que ha pasado —nos dedico una falsa sonrisa y se levantó para ir a la barra. 

—Está muy triste —dijo Annie lo que todos ya habíamos percibido.

—Nada podemos hacer, habrá que esperar que todo pase —aconsejó Daniel—. Una perra tu novia. 

—Ella era más como una muñeca inflable —me defendí—. Saben, ella no es la única que esta triste. Así que saldré un rato a tomar un poco de aire —me levanté y caminé a la calle sin esperar respuesta de mis amigos. 

En realidad quería respirar. Mientras avanzaba me cuestionaba las cosas que hice, las decisiones que había tomado. Eso de que con la edad y el tiempo las personas maduran, no era más que pura mierda. 

Salí y el frío me carcomió, estaba nublado y parecía que fuera a llover. Sumido en mis pensamientos caminé por la acera sin ningún rumbo especifico, tenía ganas de fumarme un cigarrillo. 

—Creo que hoy voy a necesitar mi sombrilla —la voz de esa mujer me despabiló, me tomó por sorpresa. Me quedé viéndola ante su repentina aparición, tenía una gabardina negra larga que la cubría del frío, sus ojos brillaban y aún quedaba labial en su boca—. No sé si te has dado cuenta, pero tienes un ojo morado.

Yo sonreí.

—Tuve una pelea —dije.

—¿Y ganaste?

—La verdad es que no —ella se rió—. Pero aún así, hice que se fuera desterrado para siempre.

—Mi héroe —bromeó y yo me reí—. ¿Y mi sombrilla?

—Lo lamento, te juro que siempre la traigo conmigo, pero hoy la he olvidado.

—Es una pena. De habérmela devuelto como prometiste me habría hecho creer que eras una persona confiable. Y quizás te habría dicho donde encontrarme —Elizabeth volvió a reír—. Sin embargo, ya no hay tiempo para eso, debo irme.

Y echó a andar por la calle dándome la espalda hasta desaparecer. 

¿Qué por qué no la seguí en vez de quedarme viéndola como un pendejo? 

Bueno, quizás tras ese fuerte puñetazo deba visitar un medico y esperar que no tuviera una contusión cerebral, porque no tengo más explicaciones para mi descuido... Aguevonado. 

Friendzone: Una tonta historia de AmorWhere stories live. Discover now