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El Elegante Hombre de Etiqueta


Estaba en la cama de mi cuarto. Mi hermano estaba en su ritual de fornicador haciendo chillar al cerdo en la habitación contigua. Esta vez, parecía que estaba durando más de la cuenta con la chica de los kilitos demás. Cada vez, se frecuentaban más seguido. A lo mejor se había enamorado, y la lección más importante que me dejaba la reflexión; es que el amor estaba en la mente, no en el físico, y mucho menos en el tono desagradable de los gemidos. 

No había podido dormir nada. El simple hecho de pensar que había confundido las cosas con una amiga, que había terminado por hacer miserable a mi mejor amigo, y que era la razón de culpa más grande de mi mejor amiga, me hacían sentir solo. Como si de pronto, hubiese perdido todo aquello que me había mantenido optimista. 

Luego, observé la sombrilla a un lado de la cama, y recordé a Elizabeth y nuestro destino. Ser amigos, que novedad. Claro, estaba tan acostumbrado a ello, a ser siempre el hombre especial que una mujer es incapaz de besar. 

¡Vaya novedad!

Me levanté de la cama, miré el reloj, ella aún no debía haberse ido para al aeropuerto. Usaría la escusa del paraguas para verla antes de que se marchara por casi un año, y luego la acompañaría el aeropuerto. Después, entendí que debía dejar de esconder mis intenciones con ridiculeces, y sin llevarme el paraguas salí de la casa, caminó a ver a Elizabeth al menos por última vez. 

Después de un largo camino, y la caminata entre las calles de piedra antigua, finalmente llegué al viejo edificio donde vivía la chica que de repente había capturado todo mi interés. Estaba nervioso, y antes de poder subir, ella estaba saliendo con un chaleco grueso de terciopelo negro, peinada y bien maquillada, se veía diferente a la madrugada. A su lado, venía también un hombre corpulento con la maleta en sus manos, vestido de traje, su ropa se veía muy fina, tenía unos zapatos negros bien lustrados y su corte de cabello era corto y refinado. Era de color castaño y sus ojos de color miel, apuesto, a decir verdad.

—Hola —la saludé. 

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella sorprendida. 

—Quería llevarte al aeropuerto —dije—. Pero creo que se me adelantaron —en mi voz se avistaba un poco la decepción. 

—Es mi hermano —aclaró ella.

—Puedes ir con nosotros —me invitó el hermano con una sonrisa. 

Ahora que los veía bien, en realidad eran parecidos, no sé quien demonios eran sus padres, pero han de ser modelos de televisión europeos para tener tan bellos hijos. Ya quisiera yo, haber nacido tan afortunado.

Yo asentí con la cabeza.

Los tres subimos a un BMW negro, automovil. Olía a frutos rojos y estaba muy bien mantenido. 

—Mucho gusto, soy Anderson —se presentó en cuanto el carro estuvo en marcha. 

Yo me sentía un poco idiota en la parte de atrás solo, mientras Elizabeth sonreía con particularidad en el asiento del copiloto

—¿Tú cómo te llamas? —me preguntó el hermano.

—Me llamó Jack.

—Jack, y qué haces aquí. ¿Acaso pretendes algo con mi hermana?

Yo fruncí los labios y tragué saliva. Por la carcajada que soltó Elizabeth me imaginó que mi cara debía de estar totalmente colorada. 

Y como cosa rara, el gran Jack se sentía avergonzado. 

Friendzone: Una tonta historia de AmorWhere stories live. Discover now