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Decisiones


Caminé hasta el lobby de mi edificio, allí estaba Anderson esperándome. Estaba implacable como siempre, vestido de traje, impaciente, movía la pierna derecha sin quitar la mirada del suelo. Tenía los dedos de ambas manos cruzados entre ellos.

—No te esperaba —dije a modo de saludo.

—Yo no tenía pensado venir —dijo. 

Alzó la mirada y me contempló en silencio. ¿Así se sentían las chicas cuando trataban de intimidarlas? ¿Alguna vez había hecho yo esa mirada? 

—¿Estás bien?

—Oye yo quería hablar contigo —dijo, parecía preocupado y angustiado.

Yo me acerqué y acaricié su rostro. 

—Lo lamento. No eres mi tipo —lo interrumpí antes de que sintiera que se estaba humillando—. La verdad es otra, y tú lo sabes. Yo lo sé. Si salí contigo, era porque me sentía solo. Estaba devastado y de pronto la persona con la que tenía conexión se evaporó. 

—¿Elizabeth?

—Tú hermana sí. 

—En realidad no somos hermanos de sangre —continuó él—. Compartimos lazos por el mismo padre. 

Yo me quedé un momento asimilando la información, eso cambiaba un poco las cosas que tenía planeadas. Pero sólo un poco. Al final el resultado sería el mismo. 

—También sabe que nos besamos. 

De pronto sentí malestar. Una especie de rabia que contuve satisfactoriamente.

—¿Lo haces para fastidiarme? —le pregunté.

—Lo hice porque me sentía mal. Y de verdad lamento lo ocurrido. Venía a eso, a disculparme. Además, en tus ojos se ve el laberinto por el que estas pasando. Y yo no quiero atormentarte la vida y mucho menos atormentarme con un chico heterosexual que no tiene ni idea de que es lo que quiere.

Finalmente pude sonreír. Y sentí como un pesó se caía de mis hombros.

—Yo también lo lamento.

Anderson se levantó de la silla donde había estado esperando y antes de darme la espalda para marcharse dijo:

—Y si quieres a Elizabeth será mejor que la busques antes de que la pierdas para siempre. Si es que es que ya no ha pasado. 

Yo me quedé en silencio. Meditabundo contemplé la idea, y me pregunté 

¿Es a Elizabeth con quién quieres compartir tu tiempo?

Me levanté de la silla, y abracé a Anderson.

—Aunque no lo creas, dejas muchas lecciones de vida en mi corazón —ahora si me estaba comportando como un homosexual.

—Sé que no vamos a volvernos a ver, no de está forma. Así que me alegra haber ayudado un poco —dijo—. Y si lograras ver de ti mismo, lo que yo alcancé a apreciar. No estarías sufriendo por la soledad. Ni siquiera, estarías preocupado por tapar ese hueco que tienes en el pecho. 

Yo me quede en silencio. Aceptando sus palabras mientras él abandonaba la escena.

Después de que Anderson se fuera, subí al apartamento e ignoré a mi hermano y a su novia que había perdido algunos kilos a lo largo del tiempo (de tanto follar). Cepillé mis dientes y lavé mi cara. Miré la hora, y me eché colonia, debía hacer una parada más antes de que la noche terminara.

Friendzone: Una tonta historia de AmorWhere stories live. Discover now