14

1.5K 109 36
                                    

El Cepillo de Dientes


Tenía mis labios en los suyos y mis dedos entre sus piernas. Los dos pezones de esas pequeñas tetas eran como las cerezas de un helado. Las saboreaba. Recorría sus tatuajes con mis manos, y con mi boca. Era un deleite para mi tacto el cuerpo delgado de Vanessa. 

No me había quedado a ver su apartamento, en cuanto cruzamos la puerta deje la sombrilla recostada a la pared y nos empezamos a comer la boca. Y así, en un abrir y cerrar de ojos estábamos desnudos sobre la cama dejándonos caminos de saliva sobre la piel. 

Sus gemidos me estremecían y me provocaban ganas de hacerlo más duro, de agarrarle las nalgas hasta dejarlas coloradas. Hace mucho no tenía sexo tan intenso, con tantas ganas, con tanto desfogue, sus uñas se enterraban sobre mi espalda. 

—Creo que necesito un poco de agua —dijo Vanessa cuando habíamos terminado nuestro duelo salvaje dejando tras de si, ropa en todas partes y las sabanas arrugadas y mojadas. 

Yo asentí con la cabeza, y la observe levantarse y mover el culo. Contemplé el tatuaje que tenía en omóplato derecho, era una golondrina, que se veía gozar estampada sobre su piel. Cuando desapareció por el marco de la puerta de la habitación, me levanté con una sonrisa de satisfacción, y entré al baño. Me lavé la cara y me observe.

—No, no eres tan lindo. Pero eres un maldito salvaje —mi rostro me mirada con los ojos llenos de fuego—. Eres un degenerado, y estas loco, ahora te hablas a ti mismo.

Después me di cuenta que había un cepillo dental más en el vaso de cristal sobre la repisa. Se supone que Vanessa vivía sola. Aquello me dio tanta curiosidad que cuando la escuché entrar le pregunté.

—¿Usas dos cepillos de dientes?

Ella me miró como si eso no representara nada. Todavía estaba desnuda y podía verle los demás tatuajes.

—Es de mi primo —respondió.

Yo arqué las cejas sorprendido.

—¿Tu primo se queda aquí?

De pronto la mirada de Vanessa cambió a la que pones cuando has metido la pata. Cuando la has cagado y no habido papel higiénico para arreglarlo.

—Quizá lo ha dejado los días que hemos hecho fiestas aquí —dijo, pero su voz no era convincente.

Yo volví arquear las cejas, y la mire de forma inquisidora.

—¿Ha traído un cepillo de dientes a una fiesta? —dije. 

Vanessa se quedó mirándome con los ojos muy abiertos. Quizá en su mente intentaba saber cual era la respuesta adecuada mientras que yo sólo quería la verdad. 

—Te juro que sólo paso algunas veces —confesó finalmente.

Ahora no sabía si echarme a reír o vestirme y salir corriendo de allí. 

Pero esperen, ¿Karold sabía tremendo antecedente? 


Friendzone: Una tonta historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora