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¡El Departamento!


Yo nunca había pensado encontrarme en una situación así, mucho menos sobre el mueble café que decoraba la sala en la casa de Annie, quien por supuesto, era la exnovia de mi mejor amigo, con quién él quería casarse. Habían mil preguntas en mi mente, aún después de tener una honesta conversación con Karold, mi mejor amiga.

¿Qué era Annie para mí?

Mientras intentaba responder la pregunta, descubrí un par de cosas, Annie era bastante obsesiva con el orden, cada cosa en su casa, ocupaba un espacio cuadriculado que hacía una perfecto matiz con el pequeño departamento. El mueble café de cuero, no tenía rastros de mugre o daños y por último, mi mayor descubrimiento, era lo imposible que resultaba responderse una pregunta cuando una atractiva mujer esta sobre tu regazo bailando, restregando su intimidad con la tuya, moviendo las caderas en lo que parecía una incitación a despojarse de la ropa y mandar todo al diablo.

En ese momento mi teléfono celular empezó a sonar con insistencia sobre la mesita de cristal. Ambos lo miramos, e ignoramos la llamada de Karold. Estábamos solos, y así queríamos estar por otro rato.

Después ella bajó la mirada de nuevo a mis ojos, me rodeó con los brazos, y juntó su frente a la mía. Yo la sujetaba fuerte de la cintura, guiando sus movimientos sin atreverme a acariciarle el culo. Su cabello caía sobre mi cara, no lloraba, sonreía con picardía.

Yo sonreí también.

Al ver su rostro en ese momento, encontré la respuesta que quería.

—Si hay algo que me gusta de la vida, son las casualidades —dije mientras ella seguía sobre mi cuerpo. Pero está vez, se detuvo, como si se hubiese percatado que era yo, y ella era ella. Que éramos amigos—. ¿Eres mi amiga Annie? —le pregunté. Las amistades no son una determinación propia, no. Son el resultado de una interacción de dos partes.

Debía saber que decía la otra parte.

—Sí, somos amigos —susurró.

—Yo nunca te había visto de este modo, y aún es muy pronto para hacerlo. Hoy, sólo soy el resultado de una noche de licor, de despecho y muchas malas decisiones —continué—. Pero tú también eres mi amiga y esto es todo lo que pasará hoy —sujeté su cara y la atraje a la mía. La besé, sus labios sabían a licor, y estaban húmedos. Fue un beso corto, pero con algo de sentimiento.

Después de retirar nuestros rostros, ella parecía consternada, confundida, pero realista. Ya me reconocía como lo que siempre había sido. Yo sonreí. Ella se levantó y se tiró aún lado del sofá. Tenía ganas de llorar, pero un ruido abrupto no se lo permitió.

Golpeaban la puerta con fuerza.

—¡Annie! —gritó la voz de Daniel afuera del departamento.

Friendzone: Una tonta historia de AmorWhere stories live. Discover now