DAISY DAISY ~ Eddie Munson

La mañana antes del juego.

La semana había pasado volando, en un abrir y cerrar de ojos había despertado aquel viernes varias horas antes de la usual sintiendo una vibra bastante extraña.

La tardes del lunes tal como había dicho su nuevo amigo, Dustin se había prácticamente instalado en su casa perdiendo la paciencia enseñándole a jugar Calabozos y Dragones, ambos admitieron que la idea de Mike de buscar a alguien más había sido genial puesto que la chica estuvo solamente una hora tratando de entender la estrategia de juego. Cerca de las cinco de la tarde un sonriente Eddie se sumó a la enseñanza de la muchacha, el cual intentó con todo su corazón ser más paciente, claramente fracasó.

Martes, el segundo día había llegado tarde al colegio, se había quedado dormida ya que había pasado la madrugada estudiando con Eddie, cenaron juntos e incluso durmió un rato allí hasta que su madre llegó de la guardia. Ella lo prefería así, sentía que su hija estaba más segura estando acompañada y además notaba cuánto influían de manera positiva ambos recíprocamente en sus vidas. La jornada se le hizo eterna, tal vez fue el hecho de que tuvo dos exámenes sorpresa, o que Eddie estaba más intenso de lo normal, o que sus ex-amigos solamente la hostigaban indirectamente.

El codo de la semana, miércoles, la tarde del miércoles fue todo una sorpresa para la rubia cuando en su puerta Jason y Chrissy la miraban con una sonrisa apenada, en sus manos habían bolsas de McDonalds y unos casettes: Halloween. Le sorprendió el hecho de que se disculparan por la actitud infantil que habían tomado, incluso el rubio admitió sentir celos de que estuviesen robándole tanto tiempo de amistad, y allí volvió a notar lo mismo en Chrissy: pura y absoluta tristeza, estaba inquieta, no había tocado su comida e incluso volteaba la vista hacia la ventana reiteradamente.

Jason y Chrissy eran sus amigos, realmente los sentía como sus amigos, a pesar de las diferencias y de las cosas que podían llegar a decir, ambos tenían corazones puros. No le fue difícil aceptar sus disculpas y volver todo a la normalidad, después de todo, Daissy era su hija adoptiva.

Cuando se fueron, alrededor de las siete de la tarde, su madre ya había llegado, incluso habían jugado a un juego de mesa juntos. Susan se alegraba al ver a su hija distraída en un buen sentido, le ponía feliz saber que después de tanto por fin estaba encajando verdaderamente en un grupo, le entusiasmaba el hecho de que por fin pudiese vivir un romance adolescente, un verano de aventuras, de que no se quedase encerrada o en un voluntariado. Y no se equivoquen, Susan amaba a su hija por como ella era, pero quería que fuese plenamente feliz y viviese su adolescencia. Aquella noche volvieron a dormir juntas, hablando hasta tarde y calmandose las penas mutuamente. Después de todo, en menos de un año y medio Daissy se iría a Nueva York a la universidad, debían disfrutar todo lo posible.