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La mañana siguiente Daisy esperó paciente una llamada, un recado, una explicación, una maldita nota algo, cualquier cosa, cualquier señal de Eddie y de su inocencia. Pasó todo el día tras la puerta, incluso durmió tirada en el suelo junto al teléfono.
Estaba molesta, triste, confundida con Eddie, una parte de ella estaba se mantenía firme a que él era inocente, era incapaz de lastimar a alguien y su madre se lo confirmaba.
-Esto es pura mierda - tiró la revista hacia la mesa - ¿Puedes creer que dicen que es un culto satánico, Eddie es su líder, y encima dicen que fue un ritual para una maldición? - se oía furiosa - ¡Ni siquiera conocen al muchacho! Son unos dementes religiosos -.
Ella solo asintió mientras miraba el teléfono, honestamente no culpaba al pueblo de Hawkins. Habían pasado demasiadas cosas horribles en tan poco tiempo, eran inexplicables y a la gente le asustaba lo que no comprendía, incluso a ella.
-Daisy, ¿no creerás que él -su madre la miró alarmada-.
-Dios, no - despegó la mirada del teléfono para observarla seria - Él es incapaz - aunque todas las pruebas se dirigían a su amor -.
Tal vez estaba molesta porquequeríaoír de su propia boca lo que había ocurrido y no recurrir a su imaginación.
Su esperanza creció cuando la puerta sonó, tres golpes firmes, se dirigió rápidamente allí abriendo con una sonrisa esperando a ver al muchacho de rulos. La confusión se expresó en su rostro cuando vió a los dos oficiales de policía en su entrada, ambos serios casi molestos, con una libreta.
-Buenas tardes, Daisy - habló el jefe -¿podemos entrar? Necesitamos que nos respondas algunas preguntas -.
Cual mamá oso, Susan se apresuró a contestar por ella, no supo en qué momento llegó a su lado.
-¿Por qué quieren hablar con mi hija? - sostenía la puerta con su mano, con firmeza -.
-Oh, doctora Páez- el tono del oficial cambió repentinamente- son preguntas con respecto al paradero de Eddie Munson, distintas fuentes nos han confirmado ver a su hija con él- explicó brevemente mientras la observaba, su compañero no desprendía la mirada de la rubia causándole incomodidad - Algo de rutina, usted comprende-.
No pudo protestar, como estaba el pueblo de loco y el hecho de que todos sabían que Daisy era amiga de un supuesto asesino, si ellas se negaban la tacharian y tratarían de cazarla por cómplice. Suspiro profundo para mirar a su hija y abrir la puerta del todo, invitándolos a entrar.
