40-Estrella fugaz

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*Pablo*

Cuando me desperté al día siguiente y tenía a Dalia acurrucada en mi pecho no me lo podía creer.

No existían alarmas, ni trabajos, entrenamientos, solo nosotros.

Hoy iba a ser el día, lo tenía todo planeado, iba a mandarla a por cualquier cosa en el coche, con la excusa de que así nadie viese que yo estaba aquí y estar tranquilos, y mientras tanto iba a decorar el jardín bonito para ver las estrellas, porque sabía que le encantaba ese plan por todas las veces que habíamos hablado en la intimidad de alguna de nuestras habitaciones, y cuando viese el momento perfecto, le pediría salir.

Había encargado flores en una floristería al lado de casa, no sabía si le iban a gustar, porque era la primera vez en toda mi vida que le iba a regalar flores a una chica, pero también era la primera vez en mi vida que sentía todo lo que sentía con ella, asique no quería esperar más.

Ella se revolvió en mis brazos acurrucándose más aun, y no pude evitar sonreír mirándola.

-Mi amor, buenos dias-susurré para ver si estaba despierta.

Ella abrió un ojo alzando la cabeza, y después sonrió inocente dejando un beso en mi pecho.

-Buenos días, mi niño

-¿Has dormido bien?-Le pregunté besando su cabeza y ella asintió aún con los ojos cerrados.

Me puse encima de ella, que solo llevaba puesto un tanga y mi camiseta, aunque tampoco es que yo llevase mucho más, porque solo llevaba unos calzoncillos.

Hundí la cabeza en su cuello dejando besos húmedos, y ella llevó las manos a mi pelo.

-No quiero volver a la rutina y eso que acabo de salir de ella...-refunfuñó riendo y yo sonreí.

-En eso estoy de acuerdo contigo.

-No pares...-me dijo cariñosa sonriendo con los ojos cerrados.

Yo sonreí y volví a su cuello, aunque preferí levantarla de la cama enredando sus piernas en mi cintura escuchando como se quejaba.

-Desayunamos y volvemos a la cama si quieres, pero tengo hambre-le dije riendo.

Bajé con ella las escaleras y la dejé apoyada en la encimera para abrir la nevera.

-¿Qué quieres desayunar, mi amor?-le pregunté.

-¿Hay fruta?-yo asentí y saqué una pera y un plátano con el cartón de leche.

Mientras yo hacía un batido de fruta para ambos ella puso pan a tostar para mí.

Me gustaba estar así con ella, solos, sin preocupaciones, mimándonos el uno al otro sin hacer caso al mundo exterior.

Cuando desayunamos volvimos a la cama, y una de las cosas que más me gustaba de ella era que podíamos hablar de todo.

Comimos, vimos una película abrazados en la cama y después ella se metió a ducharse, y aunque insistí en ducharnos juntos, ella se ruborizó en cuanto se lo ofrecí, asique accedí a que lo hiciese sola.

Me encantaba que fuese tan inocente en ese aspecto, y me encantaba ser el dueño de todas sus primeras veces.

Encargué la cena porque ni de coña me iba a dar tiempo a hacerla yo.
Abrió la puerta liada en la toalla y yo la miré pillin.

-¡Encima sales provocando!-le dije haciéndome el ofendido.

-Se me ha olvidado coger la ropa-dijo ella riendo.

La atrapé antes de que pudiese llegar a la maleta abrazandola por detrás y ella rió al notar mi boca en su cuello.

-Amor, quiero enseñarte la tarta de queso más buena del mundo, está en una panadería a unos quince minutos en coche-le dije y ella asintió mientras buscaba ropa.

-Vale, vamos a comprarla si te apetece.

-Mientras me ducho puedes ir tú cariño, así nadie se entera que estoy aquí, quiero que estemos tranquilos sin que nadie lo sepa-le dije haciendo un puchero y ella sonrió.

-Venga anda, duchate y dime como se llama que voy ahora-me dijo y yo asentí.

Le mandé la ubicación de la primera pastelería que pillé, y entré a ducharme a la velocidad del rayo.

-Ahora vuelvo-me gritó desde el otro lado de la puerta.

-¡Ten cuidado, preciosa!-grité y escuché como gritó un "siiiii".

Terminé de ducharme a toda prisa y me vestí mientras salía de casa a comprar el ramo de flores.

Me decanté por unas rosas rojas, porque no sabía cuales eran sus favoritas.

Volví a casa y preparé unas mantas con unos cojines en el jardín y preparé la mesa dentro dejando varias velas decorando la sala.

La cena llegó pronto y dejé la pasta apartada en los platos, apagué la luz para que solo las velas adornaran la sala y esperé que llegase Dalia.

No tardó mucho en llegar.

-Amor, en la pastelería me han dicho que nunca han tenido tarta de que...-se calló al ver la escena y sonreí andando hasta ella.

Le ofrecí mi mano suavemente mientras la miraba a los ojos.

-Ven-susurré nervioso y ella sonrió cogiendo mi mano.

La estiré contra mí andando detrás de ella mientras acariciaba su cintura y la acerqué a la mesa dejando un beso en su mejilla.

-Tenía que echarte de casa para poder preparar todo esto-le dije y ella sonrió.

-He comprado tarta de manzana-dijo encogiendose de hombros y yo reí.

Pasó las manos por mi cuello y besó mis labios muy dulce.

-Gracias, mi niño-me dijo encima de mis labios-no dejas de sorprenderme.

-Ni pienso dejar de hacerlo-acaricié su mejilla.

Andé con ella hasta su silla, y al retirarla cogí el ramo de flores tendiendoselo algo nervioso.

-¿Son para mí?-me preguntó llevando su mano al pecho.

-No, son para pedri que viene ahora-le dije irónico y ella soltó una risa-¿crees que le van a gustar?-le pregunté juguetón.

-yo creo que si, porque son muy bonitas-me dijo sonriendo radiante.

-Más bonita eres tú-le aseguré dándole un beso mientras le tendía el ramo.

*****
Ella rió subida a mi espalda mientras la llevaba al jardín.

Me tumbé con ella en la manta poniéndonos otra por encima y ella se acurrucó en mi pecho mientras los dos mirábamos al cielo y acariciaba su espalda.

Estábamos mirando al cielo en silencio, y no sabía como pedirle salir, nunca lo había hecho con ninguna chica y no sabía exactamente como hacerlo.

Parece que el destino estaba de mi parte, porque justo pasó una estrella fugaz haciendo que ambos reaccionaramos mirando al otro sorprendidos.

-¿Has pedido el deseo?-me preguntó.

-¡Pídelo tu, corre!-le dije y ella me sonrió cerrando los ojos.

Después de varios segundos abrió los ojos con una sonrisa.

-¿Ya?-Le pregunté.

-Ya-me dijo asintiendo.

-¿Entonces vas a querer ser mi novia o no?-le pregunté nervioso con una sonrisa y ella abrió los ojos sin esperarse mi pregunta.

Sonrió más ampliamente y asintió juntando nuestros labios tirándose encima de mi.

-Creo que ha sido el deseo concedido más rápido del mundo-me dijo al separarnos y yo reí cogiendo sus mejillas volviéndola a besar....

(CONTINUARÁ...)

Mañana más!❤️

MUNDOS OPUESTOS-PABLOGAVIDove le storie prendono vita. Scoprilo ora