Capítulo 18

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Me quedo atónita y perpleja por unos largos segundos, pero Fénix está en un trance peor que el mío. Los ojos verdes que siempre están tranquilos y calculadores, ahora están abiertos y desconcertados.

«No pueden sospechar de él como el traidor, ¿no es cierto? No, por favor, no».

Un ignisio sube por un camino entre las gradas y lo espera tras hacerle un gesto con la cabeza.

Fénix lo mira y la confusión le dura poco. Se irgue enojado gritándole que no piensa ir a esa oficina ni aunque lo obliguen a hacerlo, mientras los que aún permanecen en sus asientos observan la escena. El hombre que ha venido a buscarlo permanece inexpresivo como una piedra y le vuelve a hacer un gesto para que lo acompañe.

—¡Él no ha hecho nada! —Exclamo, poniéndome en pie— ¡Están buscando sospechosos incorrectos mientras el traidor sigue suelto por ahí!

Mientras sigo discutiendo, Fénix me agarra la mano y me tira para abajo. No pueden llevarlo. No es justo. ¡Seguro lo toman como culpable por toda la rivalidad que han tenido con él en el pasado! ¡Seguro quieren aprovechar el momento para vengarse de su huída!

Fénix sigue insistiendo en que me calle. Cuando me tira hacia abajo con más fuerza, bajo la mirada bruscamente y veo todo lo que quiere decirme con los ojos. «Esto sólo hace verme más culpable. Deja de ser tan terca. Déjame hablar a mí».

—El líder solicita su presencia —es lo único que dice el hombre encargado de buscar a Fénix entre el público.

—Lo he oído —responde Fénix de mala gana, mientras las demás personas comienzan a abandonar el anfiteatro a duras penas, pues muchas prefieren quedarse a enterarse de lo que está pasando—, pero no pienso ir allí hasta que me den una explicación.

—La explicación tendrás que darla tú allí.

El rostro del ignisio se vuelve severo, dando a entender que es la última vez en que lo pedirá amablemente. Fénix queda un instante quieto, aún sentado, pero termina por levantarse desanimado y molesto.

No puedo creer que ceda. No puede ir allí. Sé que él no es culpable de nada de esto; ni del ataque a las oficinas ni de la muerte de aquel muchacho... pero, ¿quién podrá creerle cuando descubran que tiene las llaves guardadas?

Las malditas llaves. Todavía no las ha devuelto, estoy segura. Con la guardia intensificada no ha podido dejarlas donde estaban; me doy cuenta por la forma en la que tensa los brazos y la mandíbula.

«Vamos, Audrey. Haz algo. Tú eres la Hija de Gea a la que no quieren perder».

—Yo iré con él —anuncio con perseverancia.

Fénix se gira a medio camino, para verme con una expresión de «¿Qué piensas que estás haciendo?»

—Este ignisio ha sido llamado en solitario —responde el hombre inexpresivo.

—Y yo digo que iré con él —repito. Me abro paso entre los asientos para acercarme a ellos—. Tengo mucho que hablar con Kendrick...

De repente, su mano aparece de la nada y me da en el hombro tan fuerte que me empuja levemente hacia atrás y me deja quieta. La mirada del sujeto es firme y clara: no va a dejarme ir con ellos.

Cuando estoy a punto de responder, ambos se van escaleras abajo. Me he trabado con mis propias palabras y no he hallado la manera de decirle que soy la multi a la cual han estado buscando todo este tiempo.

Me quedo parada en medio de todos los ignisios que abandonan las gradas. En la zona frente a mí, al otro lado del estadio, noto cómo otro tipo está sacando a Elliot de su asiento a la fuerza. Mientras él grita y se queja, el hombre a cargo del líder se coloca a su espalda y lo toma de los brazos. En medio de todo el bullicio y las voces, busco entre todas las gradas del anfiteatro a Marshall, pero no puedo visualizarlo por ningún lado.

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Where stories live. Discover now