Capítulo 38

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La música ya no resulta tan agradable como antes y siento que ahora las luces me molestan. Ebby ha estado queriendo convencerme de que todo estará bien hasta que Yaín llega a nuestro encuentro y los tres nos quedamos en medio del salón realizando el peor y más fingido baile de todos. No sé si Jim dirá algo al respecto; lo conozco y sé que no es una persona de lengua suelta —como Ebby, aunque ella ya ha entendido la severidad del asunto—, pero hay algo en mí que me incita a dudar sobre sus comportamientos. Jim es una persona que nunca sabrás cómo reaccionará, porque siempre tiende a hacerlo para mal. Siempre que he hecho algo erróneo, me he equivocado o he hecho algo que no le agradaba, se dedicaba a ignorarme y no tocaba el asunto a no ser que sólo me echara miradas significativas y frases cortantes... pero siempre llega un punto en el que recapacita. Quiero creer que ese punto llegará pronto; se le bajarán los humos y se calmará para pensar con más claridad, y tal vez yo deba hacerle caso a Ebby y darle un tiempo para que procese todo esto, como todos nosotros tuvimos que hacerlo.

Mi amiga se ha quedado sin pareja, y aunque ya me ha acompañado el tiempo suficiente para hacerme sentir mejor, nos deja un momento a solas y sale a saludar a otros compañeros para no echar a perder su fiesta. Yo la dejo ir cuando me lo pregunta, y Yaín y yo sólo nos quedamos uno al lado del otro durante lo que resta de la noche, mirando lo que hacen las demás parejas mientras de vez en cuando me ofrece algo de comida y, seguramente, se esté preguntando qué rayos pasa con mi humor. Creo observar en un momento a Mia Moore, con su largo vestido rojo dando zancadas de un lado hacia otro mientras parece estar buscando a alguien. Cuando se voltea un poco hacia aquí, le leo los labios, y entonces me doy cuenta de que está buscando a Sam.

Pero se fue. Es obvio que se marchó. Acabo de revelarle que sé que él y los suyos están a punto de realizar un asalto al Gremio, y tal vez haga algo al respecto. Retrasar el plan o avisarle a su padre... sea como sea, no sabe sobre Frank y el hecho de que planeamos usar su sublíder como trueque.

Cuando Yaín se va un momento a charlar con un amigo que se cruza por ahí, ojeo mi celular como por millonésima vez mientras le vuelvo a dar vuelta a la idea de llamar a Jim. «No, Audrey. Déjale tiempo. Déjale tiempo, que camine, que duerma, que procese. Tal vez incluso que hable con Ebby al respecto, que se tome un instante en...»

La pantalla se prende. Pego un pequeño respingo y tomo con más fuerza el teléfono en mis dedos temblorosos mientras me concentro en leer las letras: «Fénix está llamando».

Echo un vistazo alrededor para cerciorarme de que Yaín y Ebby no estén volviendo a mi encuentro, y entonces atiendo.

—¿Aún estás ahí?

El sonido al otro lado de la línea es sólo un desastroso ronroneo irregular. Frunzo el ceño y me tapo el otro oído para amortiguar la música cuando me inclino hacia adelante.

—¿Qué? —Pregunto, tal vez gritando— ¿Fénix?

—Sólo sal de allí —responde, y entonces corta.

Bajo el teléfono hacia mi regazo e intento encontrar a Yaín con la mirada, pero es imposible. Me pongo de pie y es allí cuando me pregunto por qué querría Fénix que saliera del baile, y entonces mi mirada se clava por impulso en la puerta de salida y tardo tan sólo un segundo antes de ir hacia allá lo más rápido posible.

Afuera el frío sigue siendo intenso. El viento continúa empujando el enorme cartel de graduación y se sacuden levemente las pequeñas lucecitas de arriba, y yo me mantengo observando lo que posiblemente esté causando la repentina presencia de los hawas cuando veo algo y mis músculos se relajan. Fénix está en el borde de la calle, y no nota mi presencia hasta que aparta la mirada de su teléfono y la alza directamente hacia a mí, como si me sintiera.

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Where stories live. Discover now