Capítulo 21

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—¿Ya puedo quitarme esto? —pregunto.

—Todavía no me has dicho qué es.

Resoplo y me rasco la cabeza. No puedo ver nada gracias al pañuelo negro que Marshall me ha atado sobre los ojos. Me lo ha ajustado tanto que tengo que toquetearlo un poco para acomodarlo y que no me explote el cerebro.

—¿Calor? —adivino.

—Como sigas tirando respuestas al azar, me largo.

—Bueno, está bien.

—¿Qué es?

—¡Es que no siento nada!

—Bien.

Frunzo el ceño aunque él no pueda verme.

—¿No era nada? Eso no se vale.

—Claro que se vale. No todo es sentir esencias, también tienes que saber distinguir una ausencia.

Me siento muy patética al percatarme de que alguien bastante imbécil como Marshall Frey me esté dando lecciones.

—Vamos con otra —anuncia.

Oigo como se mueve y rebusca algunos objetos.

—Anda.

—Eh... —musito, tratando de concentrarme. Siento como si mi cuerpo se fuera abajo, como si me echaran vapor en toda la piel— Calor.

Marshall no responde.

—Calor —insisto.

Siento que sigue moviendo el objeto, cuando escucho el sonido de un mensaje de texto.

—¿En serio estás usando el celular?

—Eh, no —replica, y escucho claramente cómo apoya el móvil en la mesa—. ¿Qué has dicho?

—¡Calor! —inquiero. Siento cómo se aleja y vuelve a buscar entre las cosas— Si quieres enseñarme, concéntrate en esto.

—Ustedes querían que te enseñe —corrige—. Yo elegí ponerme manos a la obra ya, antes de ir en busca de ese hawa... —vacila— y antes de que vuelvan a molestarme con asuntos como sospechar de que he matado a un chico.

Me quedo callada y espero a que se acerque con otra cosa. Apoyo mis manos en ambas rodillas, luego de cruzarlas sobre la silla.

—Tal vez me sería más fácil saber qué es si no lo movieras por todos lados.

Me doy cuenta de que Marshall está caminando alrededor mientras mueve el objeto.

—Tal vez sería todo más fácil si las personas no se movieran —replica él—, pero ¡oh, no lo hacen!

Me gustaría quitarme el pañuelo para que note mi mirada aburrida.

—Cuesta más adivinarlo así.

—Ese es el punto —obvia él.

Agacho la cabeza y trato de seguir la trayectoria del cuerpo con la mente.

—Eso es frío —digo al cabo, un poco más segura que antes. Se parece a la sensación que tuve ayer en el bosque, aunque en un grado muchísimo menor.

—Sí, y me estoy muriendo mientras lo toco.

Un estruendo me da un sobresalto. Supongo que Marshall arrojó el objeto sobre la mesa sin mucho cuidado.

Me atrevo a levantar un poco el pañuelo. Me lo dejo sobre la frente y ahora veo cómo Marshall se apoya sobre una columna. Estamos en la biblioteca del Gremio ya que, y es triste admitirlo, aquí no hay demasiada gente.

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Where stories live. Discover now