Capítulo 28 (Parte 2/2)

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A pesar de la falta de luz, después de unos minutos más, me doy cuenta de que estamos en el lugar exacto donde estacioné el auto aquel día que vine a encontrarme con Sam. Me detengo un momento a orientarme; había ido hasta la fuente y luego a caminar para secarme la ropa. Trato de recordar el camino por el cual volví hasta aquí, no por el cual me fui. Así que guío a todos hacia la izquierda, comenzando a recordar.

—¿Lo sientes?

Me volteo un segundo para ver a Marshall, que está echando miradas para todas partes.

—Por ahora no —confieso—, ¿y tú?

—Yo sólo podría sentir un descenso de temperatura, nada más. Tú eres quien podría determinarlo mucho mejor.

—Ya lo sentí una vez, ¿crees que pueda volverlo a sentir?

Marshall no responde, así que sólo seguimos avanzando. En general, una vez que sientes la presencia de un ignisio o un hawa, ya no vuelves a sentirla en el futuro. Sobre todo si pasas mucho tiempo con ellos, como me sucede con mis amigos. Pero, quizás, si el hawa de la cabaña estuviera haciendo uso de sus poderes, o sufriendo una emoción muy fuerte...

Dejo de pensar, de repente, porque la figura se alza frente a nosotros luego de dejar atrás un pino. La cabaña es una casita pequeña, de madera, que se ve negra bajo el manto de la noche. Parece una imagen sacada de una película de terror, y eso me pone la piel de gallina. Sin embargo, no todo allí es oscuridad: hay una luz encendida. Es leve, tenue, pero hay una luz... y eso debe querer decir que hay alguien.

A mi lado, ningún ignisio se mueve ni aparta la mirada de la cabaña.

—Alguien tendrá que quedarse afuera —dice Fénix, siendo el primero en hablar.

—Ashley.

Ash se gira hacia Jota, mirándolo con las cejas enarcadas en enojo.

—Sigue soñando —escupe.

—No es porque... —Jota se traba con sus propias palabras, así que suspira mientras deja caer las manos en el aire— Por Ignis, Ash. Mírate. No quiero sonar mal, sólo quiero cuidarte. No estás en condiciones de estar ahí dentro si algo malo pasa.

La palidez que Ashley ha tomado desde que fue atacada por dos hawas en las colinas, la noche de La Tormenta, no se ha ido todavía. Ella abre la boca y se queda tartamudeando, si poder creérselo.

—Seremos cuatro ignisios adentro —afirma ella.

—Y no sabemos cuántos hawas —responde Jota, alzando la voz. Pestañeo de la sorpresa; no suele comportarse así—. Por favor, deja de negarlo, ¡estás afectada!

La palabra parece chocarle a Ashley como si le dieran un puñetazo. Los ojos se le relajan y se queda mirándolo. Nunca había escuchado ese término antes, pero parece referirse a casos como el que le ha pasado a ella: ha sido atacada, y salió a salvo, pero quedó afectada. Quedó... desgastada.

—Podrían lastimarte más fácil que a nosotros —añade él.

—No tengo menos poder que antes —Ashley se recompone, demasiado rápido, y se acerca para amenazarlo con la mirada—. ¿Crees que niego estar afectada? Tal vez así sea mejor. Si no pienso en ello, nada me pasa.

Sé que Jota lo dice porque no quiere que salga dañada, pero...

—¿Y si algo peor ocurre afuera? —Pregunto, interviniendo— ¿Y si, por alguna razón, vienen más personas desde afuera? ¿Más hawas? Quien estuviera haciendo guardia nos avisaría, pero quizás también habría que hacerle frente hasta poder huir.

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Where stories live. Discover now