Capítulo 24

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«¿Qué hago?» 

Me quedo viendo las pequeñas paredes de la celda. El brillo que emana el hielo resplandece hasta en la oscuridad del sótano. Debo hacer algo; el instructor se levantó y simplemente salió corriendo. Los demás ignisios de la prisión que lo hayan visto ya se habrán dado cuenta de que algo se ha salido de control.

Me pongo erguida y reacciono, porque no es buena idea quedarme a pensar y perder el tiempo. Salgo a través de los barrotes y corro hacia la puerta de salida sin detenerme a ver si alguien me mira. Al salir debo entrecerrar los ojos; el sol me da de frente y ya me había acostumbrado a la penumbra.

Espero un momento, vacilando, y, cuando logro abrir más los párpados, noto que la mayoría de los ignisios me miran con una expresión confusa. Trato de no darles mucha importancia, porque entonces visualizo a Danna en un costado y me acerco a ella rápidamente.

—Danna, debo hablar contigo.

Ella no parece entender nada, porque señala al grupo de personas con el que venía.

—Pero yo...

—Necesito hablar contigo —insisto.

Danna mira de soslayo a las personas junto a ella. Luego de unos segundos, se recompone y borra la confusión de su rostro para ponerse seria. Le hace un gesto con la cabeza al hombre que tiene más cerca y le murmura algo que no oigo.

Acto seguido, me toma del brazo y me acompaña hasta el interior del Gremio.

Le pido que me lleve a un sitio vacío, y me sorprende el hecho de que no me haga preguntas. Después de subir varios escalones en espiral, llegamos a la oficina. La misma oficina a la que entramos con Fénix a buscar las llaves; la misma oficina donde alguien entró y causó un caos.

Danna cierra la puerta con bastante tranquilidad. La habitación está ordenada y limpia, como si nunca nada hubiera pasado. Sin darme mucha cuenta, me descubro a mí misma con la mirada clavada en el cajón de donde extrajimos las llaves.

—¿Qué ha sido eso? —pregunta cuando se me acerca.

La miro, un rato, y luego clavo la vista en un punto indeterminado. No había pensado exactamente qué hacer, pero al verla en el patio, el instinto me ha dicho que debía pedirle ayuda.

Tomo valor y me planto frente a ella.

—Necesito que hables con el instructor que me ha tomado la prueba —suelto—. Necesito que... que lo convenzas para que no le cuente a Kendrick...

—¿Que no cuente qué? —me interrumpe. Había olvidado que tan dura y penetrante es su mirada— Todo estaba tranquilo, y de un momento para otro un ignisio salió corriendo por la puerta. Luego saliste tú igual de agitada, ¿qué piensas que van a creer todos los que observaron aquello? ¿Que no sucedió nada extraño?

—Yo... —titubeo— No pude. No pude controlarme, Danna. Congelé casi toda la maldita celda, ¿me entiendes? —Danna se queda un tanto plasmada, pero no dice nada al respecto— El ignisio se asustó y huyó, ni siquiera sé si llegué a lastimarlo.

—Audrey, es normal que puedas hacer algo como eso...

—Pero no es lo que esperan de mí —suelto, tal vez demasiado alto.

Si la prueba está hecha para distinguir qué ignisio es más susceptible para ser peligroso y, a base de ello, enviarlo a un lugar o puesto específico, no me imagino a dónde me enviarán a mí. Resulté demostrar que puedo ser el doble de peligrosa que un ignisio descontrolado.

No me molesta en qué categoría me pongan por ello, sino lo que piensen de mí.

—Ya me enfrenté a Kendrick una vez —le cuento—; ya lo presioné para que adelantara la Iniciación. También estoy segura de que sabe lo mucho que me ha enfadado el hecho de que haya dudado de Fénix cuando murió aquel muchacho. Si, además, se entera que por un descontrol he reaccionado con hielo y no con fuego...

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora