Capítulo 25 (Parte 2/2)

8.4K 1.2K 85
                                    


Ebby me mira, y luego observa mi mochila que ha caído cerca de su cama. Sacude las manos como si estuviera a punto de decir algo a gritos, pero nada sale de su boca de lo atónita que está. Y es raro que a Ebby le falten las palabras.

—Qué... qué... —tartamudea— ¿¡Qué ha sido eso?!

—Lo lamento —me apresuro a decir, acomodando la sábana que se ha salido de lugar gracias a la mochila.

—¿Estás loca? —Exclama— Estaba tranquila echada en la cama, y de repente una mochila voladora salvaje aparece atravesando mi habitación como una bala. ¡Casi muero de un infarto!

—Tuve que subir... —explico entre jadeos— en un momento me llegó a molestar tanto que tuve que arrojarla y...

—No, no tenías —me interrumpe, alzando un dedo en el aire—. No tienes por qué venir aquí... —vacila, volviendo a desesperarse— y no tienes por qué disparar tus pertenencias dentro de mi casa —cuando vuelve la mirada a mí, lo hace fijamente—. No quiero que estés aquí.

—Ebby... —comienzo a quejarme, mientras me empuja hacia la puerta— Lo lamento, lo siento, perdón, de verdad...

—Sí, sí, sí. Creo ya haberte oído decir aquello.

Me apresuro antes de que ella me acerque a la salida para cerrar la puerta yo misma.

—No, esta vez es en serio —confieso, y enseguida me pongo seria. Ebby lo nota, porque también se queda parada—. Sé que ya no me merezco tu perdón, pero...

—Me dejaste plantada —suelta, y la mirada se le entristece—. No tenía ni por qué perdonarte aquella vez, pero acepté hacerlo, Audrey. Y aún así, seguiste dejándome sola.

Toma mi mochila y la apoya sobre su escritorio con una brusquedad que me hace sentir muy mal.

—Te envié un mensaje con el lugar. Nunca me respondiste; pero supuse que lo habías leído y que sólo estabas muy ocupada como para responderme. Después de un tiempo allí, pensé en irme, pero, no sé, creí que ya no sería así. Creí que ibas a aparecer, y me quedé sentada dos horas viendo si aparecías por la entrada.

—Puedo explicarte...

—No, en realidad no puedes —me interrumpe—. Porque nunca puedes explicarte. Porque, al parecer, yo no me merezco saber qué diablos te sucede. Ni tampoco Jim. Y ya estamos cansados de seguir esperándote cuando, en realidad, parece que nunca quieres venir.

Nos quedamos un instante mirándonos, porque cuando Ebby se pone así, nunca sé qué decir. Al rato, no tolera más la tensión y se va a acomodar las cortinas y cerrar las ventanas.

—Estoy cansada de irme —susurro cuando soy capaz de hacerlo, y ella se voltea para observarme sobre su hombro—, de apartarme de ustedes. Sobre todo... de sentir que me apartan.

—¿Para qué vamos a seguir intentando estar con alguien que no desea estar con nosotros?

—Sí lo deseo —aclaro, recomponiendo mi voz—. Más que nada, Ebby. Pero... es difícil.

—¿Qué? —Suelta, de nuevo alzando la voz— ¿Qué es difícil, Audrey? Porque, si no piensas decirme nada, no entiendo para qué te tomaste las molestias de venir hasta aquí, cuando, seguramente, tienes muchas otras cosas importantes que hacer.

Me llevo una mano al rostro y me restriego los ojos. No puedo confesarle nada si va a estar de ese humor.

—Supongo que prefieres estar con tus nuevos amigos —continúa ella—. Los que recogimos con Jim cuando estuvieron varados en una ruta; de nuevo, sin ninguna explicación. Puedes irte con esos tipos raros, nadie te detiene —entonces, sus ojos brillan cuando parece recordar algo—. O con el tipo que apareció contigo en el concierto de Jim, y que, más tarde, me enteré que vivía frente a tu departamento. ¿Tampoco ibas a contarme siquiera qué pasaba con eso? ¿Qué acaso, de repente, te juntas con tipos que están buenos como ese chico o Sam Moore y te avergüenzas de estar con nosotros?

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Where stories live. Discover now