| | «C a p í t u l o 4» | |

3K 441 222
                                    

I

Dorian Gray ha trabado la puerta de su habitación con un pesado mueble. Necesita de la aciaga soledad autoimpuesta para contener al monstruo en el que se ha convertido a causa de la falta de un Frimt. Todavía le embarga un dejo de culpa que no ha terminado de desvanecerse, pero que pronto se irá. En estos momentos, es más bestia que hombre.

Mi protegido se esconde de sí mismo, encerrado en su cuarto con un supuesto malestar en el estómago que ningún habitante de la mansión cree y que, al mismo tiempo, todos aceptan sin preguntar; Oscar Gray, su padre, siempre ha inculcado tanto en la familia como en la servidumbre que "si un Gray miente, por algo ha de ser y no debe contradecírsele". Esta ha sido siempre una pobre excusa para esconder sus propias falacias: las tardes en compañía de bellas muchachas jóvenes, los viajes que no son por negocios sino por placer, las salidas a centros de apuestas ilegales y tantas otras actividades que mancharían la reputación de la familia y de su empresa si salieran a la luz.

Por fortuna, a Dorian lo dejan en paz durante toda la jornada y ni siquiera se le ofrece alimento alguno. Los habitantes de la mansión respetan sus órdenes e ignoran las tortuosas horas que transcurren con desgarradora lentitud dentro de los aposentos del joven Gray.

Allí, mi protegido ha bloqueado las ventanas; no hay luces que alumbren su bello semblante, ni velas ni candelabros. Nada. Está sumido en una oscuridad demasiado profunda, incluso para mi gusto. Dorian siente que algo en él ha cambiado, percibe que impulsos que antes reprimía con facilidad ahora gritan por atención, y él los escucha. Reconoce su existencia.

Voces irreales murmuran a coro en su cabeza y suplican por libertad. Ideas que siempre ha intentado esconder se dibujan claras dentro de su mente. Por momentos, grita. Otras veces, ríe a carcajadas. El desequilibrio interior es peligroso y Dorian lo comprende, a pesar del creciente miedo a estar perdiendo la cordura. Es capaz de entender que algo no está bien, aunque no sepa qué es o por qué lo invade un desasosiego inabarcable, una ira descontrolada y el deseo imperante de destruir lo que sea o a quién sea.

Su Vert quiere escapar. Ya no existen límites que lo contengan. Los muros internos han sido derrumbados.

Por fortuna, parece que el chico ha logrado escuchar mi última advertencia y que espera paciente la llegada de mi siguiente visita. Confía, quizás, en que yo pueda acabar con su miseria. ¡Por fin! Dorian Gray ya no duda de la veracidad de nuestros encuentros: los acepta. Admite que lo imposible ha ocurrido y que él ha pactado con un algo inexplicable. Como dicen los humanos: mejor tarde que nunca.

Lo observo con creciente interés mientras es poseído por una furia desmedida que necesita descargar; no sabe cuál es el origen del sentimiento, pero se deja llevar por un apremiante impulso que lo incita a romper todo a su paso. Los muebles y el decorado son sus víctimas iniciales, se riegan descuartizados por la habitación y sobre la alfombra. Me pregunto si mi protegido sobrevivirá hasta la noche o si toda la oscuridad encerrada en su alma logrará destruirlo. Espero que no muera, ¿dónde quedaría mi diversión? Si bien una catástrofe me permitiría alimentarme pronto, yo quiero jugar un rato con él antes de que llegue el momento de su caída.

"Vamos Dorian, tú puedes lograrlo. Contén al monstruo que por tanto tiempo te has esforzado en reprimir", pienso. Si tuviera dedos, los cruzaría. No puedo esperar para materializarme. Ahora que tenemos un contrato, podré hacerlo. Solo necesito reunir un poco más de energía.

Para el mediodía, la desbordante fuerza del monstruoso Vert explota, derriba las últimas barreras impuestas por la voluntad de Dorian. Busca la pronta liberación, quiere actuar. Desea tomar el control del cascarón. ¡Pero el joven Gray lucha todavía! Se desgarra los brazos, flagela su propio cuerpo. No entiendo cuál es el fin de este accionar, pero confío en que debe haber un motivo detrás. Tal vez, busca inmovilizarse a sí mismo.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora