| | «C a p í t u l o 22» | |

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I

Basil Hallward pasa la noche en vela. Me sorprende encontrarlo en su taller, frente a un bosquejo que apenas si delimita al dragón de Dorian. Con las alas extendidas y la belleza de su especie, se alza imponente por encima de lo que creo que es una ciudad. Es difícil comprender algunas líneas de este primer delineado. El artista tiene el rostro y las manos cubiertos de manchas negras por el material de dibujo. La suciedad no parece molestarle, es un gaje de su oficio. Se refriega la frente sudorosa y deja sobre ella una serie de puntos grises. El cabello se le adhiere a la frente y al cuello. Supongo que la temperatura es alta y que no se atreve a abrir la ventana por miedo a que esto arruine su trabajo. Necesita tomar una buena ducha.

Se nota a simple vista que lleva días sin asearse, sin afeitarse ni cambiarse la ropa. Pareciera que se ha encerrado en el atelier, obsesionado con su trabajo, con su falta de inspiración. Esto lo deduzco por la enorme cantidad de lienzos arruinados que se apilan a su alrededor. Están casi en blanco y han sido cortados con algún objeto punzante en medio de la desesperación.

En un rincón del cuarto, su hermano menor duerme. Está envuelto en una frazada de excelente calidad. ¡Si Dorian viera semejante tela llena de polvo y pintura! ¡O peor aún! ¡Si Margaret Gray pudiera presenciar cómo se arruina una posesión tan valiosa! Me encantaría poder ver sus reacciones.

A los artistas parece resultarles igual un trapo viejo que una frazada bordada a mano. No los culpo, yo opino igual. La función es lo que vale.

Me dispongo a buscar algo más interesante que ver cuando, sin previo aviso, Basil se pone de pie. Sacude su pantalón con cuidado y camina descalzo rumbo al corredor. Le da una mirada de soslayo a su hermano y sonríe, no quiere despertarlo.

Se mueve sin rumbo aparente, como si se hubiese perdido en la mansión. Pero su rostro no muestra confusión. ¿Qué es entonces? Decido inmiscuirme en su mente.

Descubro pronto que el artista busca el retrato. Quiere ver la obra que pintó para Dorian, es un tema que no abandona sus pensamientos, aunque se esfuerza por esconderlo y olvidarlo. Asume que no dañará a nadie el exponerla ahora que su dueño se encuentra en un extenso viaje. Quiere lucirla, que otros la puedan admirar como en la noche que fue revelada. Suspira.

Lleva semanas con insomnio, azotado por pesadillas. No puede crear nada, la inspiración le rehúye y no tiene encargos específicos con los que ocupar su mente. El retrato de Dorian Gray es su obra maestra, la cúspide de su carrera. Duda poder hacer algo mejor y más bello, se cree incapaz de superar aquel cuadro. Y por ello quiere verlo, observarlo con la esperanza de hallar en él la inspiración perdida.

Abre una puerta detrás de la otra. Ninguna parece estar cerrada con llave. Recorre la primera y la segunda planta casi sin ganas porque ya ha buscado en todos lados varias veces. Ni siquiera los empleados saben dónde se ha almacenado el retrato.

"Es posible que esté en otro edificio", se lamenta él. "Como parte de su duelo, Dorian ha enviado la imagen lejos de su hogar".

No quiere aceptar esa posibilidad, por más lógica que le resulte. Busca otras alternativas. Se pregunta si lo han robado o destruido. ¿La pintura se habrá arruinado otra vez? No sospecha ni por casualidad que su obra de arte ya no le pertenece, que no la reconocería si la tuviera frente a sí.

Y, solo por curiosidad, la visito. Observo el lienzo ya que me encuentro aquí. No ha cambiado tanto como yo quisiera, Dorian se está comportando mejor de lo que esperaba. Necesito guiarlo mejor, corromperlo. Sé que debo ser paciente y no apresurarlo, pero comienzo a aburrirme a su lado.

Me aseguraré de que en los próximos días haga algo entretenido. No sé qué todavía, ya se me ocurrirá.


II

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II

El amanecer se aproxima raudo. En la mansión Gray algunos empleados comienzan a desperezarse y a alistarse para comenzar con sus obligaciones diarias. Basil se ha cansado de buscar. Fuma un cigarro en el jardín mientras observa las primeras luces que tiñen el horizonte.

En el hogar del marqués, el panorama es similar. Los pocos sirvientes se preparan para iniciar la jornada. Dorian duerme tranquilo, descansa por fin en una cama de su agrado. Creo que no se levantará hasta más tarde; su cansancio es parte del encanto de su humanidad, de lo que queda de ella, al menos.

¡Qué ternura! Dorian hasta parece un niño inocente, un ángel que desborda pureza.

Sibyl madruga con una sonrisa. Recuerda el sueño y se muerde el labio inferior. Camina desnuda rumbo al baño privado de la habitación y se prepara la bañera. No está acostumbrada a los lujos y servicios de los ricos porque, a pesar de haber vivido en el palacio, algunas tareas tenía que realizarlas por su cuenta. Lo normal sería que pidiera que otro se encargara, pero ella no lo sabe, o quizá no quiere molestar.

Baila lento al ritmo de una melodía que tararea, parece estar animada y de buen humor. Observa caer el agua dentro de la tina y añade sales aromáticas. Se sumerge poco tiempo después; su piel toma coloración rojiza por la temperatura del baño.

No muy lejos, el marqués se despierta agitado, preocupado. Supongo que la pesadilla lo acompañó toda la noche sin tregua alguna. Bolsas oscuras se han formado bajo sus ojos, se esparcen hasta mezclarse con las arrugas de la edad, ¡qué poca belleza!

Creo que es hora de hacerme tangible. Pronto nos llamarán para bajar al salón a desayunar. 

Este es un capítulo breve

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Este es un capítulo breve. Originalmente iba a ser parte del previo, pero no quería extenderlo tanto.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora