| | «C a p í t u l o 27» | |

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I

Hay algo en las noches que me llama, que despierta mi perversidad. Suelo ser más misericordioso bajo el sol que bajo la luna. Y creo que esto es algo que he heredado del mundo, lo adopté, lo absorbí en mis extensas observaciones sobre lo mortal.

Los mejores cazadores del reino animal son los nocturnos. Las infidelidades se comenten casi siempre bajo las estrellas. Los crímenes se llevan a cabo en penumbra. Y yo, me siento envuelto por la depravación que esto conlleva.

Algo se me ocurrirá para divertirme con Dorian.

Entramos a la taberna poco antes de la medianoche. Varios pueblerinos se voltean a vernos, indiscretos. Dorian está en el centro de las miradas. Esta vez no es solo su belleza lo que atrae curiosidad, sino también su dinero y su estatus. En sitios como Santa Irrelde, las palabras vuelan. El boca en boca funciona como una compleja telaraña. Ya todos saben sobre nuestra presencia y nuestro objetivo. Se dice que un joven noble de Alangtrier, que es muy apuesto, ha descendido de los cielos junto con una pequeña comitiva para poder comprar la empresa de los Sandbow.

Y nos miran. Nos analizan para ver qué somos, si colmamos las expectativas creadas en su imaginación. Por lo que llego a leer en las miradas y pensamientos esparcidos en el aire, la amplia mayoría asume que yo soy Oscar Gray y Dorian, mi hijo. La opinión sobre Sibyl está dividida entre los que piensan que es la prometida del chico y los que esperan con ansias que sea apenas una hermana a la que pueden conquistar.

El ambiente es ideal para jugar un rato.

—¡Brindemos! —suelto en voz alta a nadie en particular y, al mismo tiempo, a Dorian—. Todo está saliendo de maravilla. Creo que este es el momento ideal para tomar un trago para dejar atrás la tragedia de Labrarith y darle la bienvenida a la fortuna que le espera a nuestra jornada.

—"¿Qué hace?" —pregunta Dorian en mi mente.

—"Te ayudo a no levantar sospechas ni odios" —miento. En mi visión periférica he encontrado al juguete perfecto.

—¡Cantinero! —alzo la voz mientras me acerco a la barra—. Denos tres jarras de cerveza negra.

—¡A sus órdenes, caballero! —responde el dueño, feliz de poder ganar algo de dinero extra. Son pocos los turistas que se detienen en Santa Irrelde y sospecho que nos cobrará el doble.

Busco una mesa y me acomodo. Sibyl me imita. Sonríe. Sus hombros relajados me hacen comprender que le agrada sentirse parte del grupo y no solo un objeto más. Dorian nos observa, se cruza de brazos sin moverse.

—"Si algún día serás rey, necesitas que la gente te apoye. Que digan que eres un gran hombre" —incito—. "Muéstrales que estás con ellos, que no te consideras un dios. Sé que eres mejor que estos pueblerinos, por algo te escogí. Pero para triunfar, amigo mío, debes saber actuar".

—"A un rey se le respeta, se le teme y se le admira. No se lo considera un amigo. Y este lugar no es siquiera parte de Alangtrier" —refuta Dorian.

—"Dime cuál es la mejor forma de reinar luego de haber vivido al menos un milenio. Eres un niño. Madura y acepta tu ignorancia de vez en cuando. Confía en mí. Sabes que quiero ayudarte a triunfar".

Los ojos de Dorian brillan en tonalidades rojizas. Cualquiera que lo vea asumirá que es el reflejo de una vela, pero yo sé que se trata de su Vert. Furioso. Impaciente. Ofendido.

Camina a paso lento hasta nuestra mesa y se sienta de mala gana. Dibuja una falsa sonrisa en su rostro y se dispone a ser un actor, al igual que la noche en la que lo conocí. Él comprende, aunque no le agrade, que la sociedad tiene sus reglas y que, para poder escalar, hay que seguirlas. La vida mortal es un juego y nosotros conocemos las reglas.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora