| | «C a p í t u l o 36» | |

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I

El espectáculo dura casi dos horas. Son pocas las escenas que llaman mi atención. Muchas las he visto ya miles de veces en otros circos, en otros continentes. El desfile de personajes deformes me aburre, los payasos no me hacen reír y los acróbatas son meros humanos, no hay nada en ellos que valga la pena alabar. Ciertas criaturas me atraen, no por su actuación sino por qué tan adiestradas están. Nunca pensé, por ejemplo, que un día vería a una ninfa trenzándole el cabello a la niña sentada en la primera fila. Estas pequeñas y bellas criaturas suelen ser indomables y traviesas.

Kadenntia ha hecho una gran labor con sus entrenamientos y con sus torturas. La forma en la que disfraza su crueldad es también deliciosa. A simple vista, ella es apenas una mujer hermosa más del montón, de personalidad fuerte pero no agresiva.

Y, sin embargo, la he visto cuando mató al último criminal del campamento. La he visto también hoy mientras ensayaban para la función. Su falta de misericordia es sorprendente, porque en su físico no refleja señal alguna de ella.

Quizá, si la hubiera encontrado antes que a Dorian, la habría convertido en mi protegida en su lugar. No me habría divertido tanto porque Kadenntia no reprime impulsos como el joven Gray solía hacerlo, pero habría sido también un espécimen interesante. Pocas veces he topado con mortales únicos, con suficiente potencial como para lograr una corrupción total de sus almas.

"Tal vez...".

No, con un solo humano al que proteger me es más que suficiente. Siempre habrá otros a los que pueda escoger en el futuro; después de todo, las personas son plagas que se multiplican sin tregua. Seguramente habrá otras almas interesantes también en el futuro, seré paciente.

Alejo la idea de mi cabeza y me pongo de pie. Dorian ya está casi en la salida de la carpa, quiere marcharse lo antes posible. Sibyl sigue sentada en su sitio, rezagada. La multitud de espectadores se ha diluido a nuestro alrededor.

Con un gesto amable, ayudo a la prostituta a ponerse de pie y la escolto rumbo a nuestro siguiente destino. Vamos a cenar al aire libre en uno de los laterales del circo, en la zona privada que es la única a la que no llegan los aromas desagradables. Comeremos lo que no se ha vendido en los stands previos a la función para no desperdiciarlo. Es algo un tanto incivilizado, pero al menos nos otorgarán el privilegio de elegir antes que al resto lo que queremos comer.

—Jamás he probado las frituras de esta clase de sitios —pienso en voz alta—. ¿Y usted?

—Tampoco —niega mi acompañante—. En el palacio buscaban mantenernos saludables y en forma para poder cumplir con nuestras tareas. —La chica escoge sus palabras con cuidado—. ¿Cree que lo que nos ofrezcan tendrá buen sabor?

—Espero que sí, porque estoy hambriento, señorita Vane —bromeo.

Estamos entre los primeros en alcanzar el sector que nos indicaron. Dos payasos a medio desmaquillar acomodan bandejas y ollas que no combinan sobre una larga mesa de madera desvencijada. Al vernos, hacen señales con sus manos para que nos aproximemos y nos explican que todo lo que poseen se debe comer con las manos y sin cubiertos.

"Como animales", pienso.

Dorian se niega a probar bocado otra vez. Comienza a preocuparme esta actitud suya porque podría dañarle la salud y quitarle energías. Intento convencerlo de alimentarse, pero no lo logro.

Sibyl, por el otro lado, muere de hambre y parece fascinada por estos nuevos sabores. Escoge una porción el doble de grande que la del resto. Supongo que la necesita después de los percances de los últimos días y del uso de su don. Pobre niña. Es humana, después de todo. Tiene que cubrir sus necesidades físicas.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora