| | «E p í l o g o» | |

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La mañana arriba en coloración violácea. El cielo preludia el pronto regreso de la tormenta, que apenas si se ha tomado un breve descanso.

Nuestras tres bestias están listas para ser montadas. Se las ve limpias y bien alimentadas. Llenas de energía. En el circo las han tratado bien porque le pertenecen a la nobleza. Me pregunto si Kadenntia ha intentado comprarlas. Después de todo, son tres monturas maravillosas.

Solo la líder observa nuestra partida, los demás tienen obligaciones que cumplir. A su lado, Macoa espera cabizbajo por mí. Le han vendado las manos con brusquedad hasta transformarlas en apenas dos grandes bolas de trapo sin forma. Se nota que no hay un médico o un enfermero en el campamento, que ni siquiera saben cómo proveer asistencia de primeros auxilios.

Dorian está cruzado de brazos a pocos pasos de mí. Sonríe. No puede esperar por el momento de la partida. Ya quiere irse, alejarse de la suciedad y del mal olor. Anhela llegar a nuestro próximo destino, que no sabe cómo será pero que está seguro de que superará en comodidades al circo. Además, luego nos dirigiremos a una ciudad, donde él podrá darse baños de inmersión y dormir en una cama de buena calidad. Nos espera un sitio que, aunque no llega a ser tan esplendoroso como la capital, aunque se aproxima bastante. A orillas del lago Ittakiel, el único punto turístico de todo el reino aguarda por nuestra llegada.

Sibyl Vane sigue abrazada a los tres huevos, ¿no le han dicho todavía que uno quedará aquí? Ahogo una carcajada al suponer que Dorian desea verla sufrir a último momento, sin darle posibilidades de rogar o de discutir al respecto.

Todo está preparado, o eso parece. Nuestros arcones han sido cargados ayer por la noche por pedido mío. Ha llegado el momento de continuar con el viaje.

—Desmonten todo lo que lleva el grifo —ordena el joven Gray—. Eso no es equipaje nuestro.

—¡Es mío! —protesta Sibyl Vane un tanto molesta.

—Exacto —afirma Dorian como si se tratase de una obviedad—. Tú no vendrás con nosotros. Él lo hará. —Señala a Macoa.

—Explícate —pide ella en un ruego, al borde de las lágrimas.

—Lord Henry quiso comprar al niño para nuestro viaje. Tiene más conocimientos que usted, más habilidades y más fuerza que usted —lista—. Es más útil que una prostituta en casi todo sentido. Tiene un buen don y experiencia con largos viajes —añade—. Y como solo hay tres criaturas, la vendí. La cambié por él.

—¡No soy tu posesión, Dorian! —grita la joven Vane en medio del llanto—. No puedes hacerme esto. Además...

—No me importa —interrumpe mi protegido—. El trato está hecho. Usted misma me dijo que era mía, y con mis pertenencias hago lo que quiero. Adiós, Sibyl Vane. Hasta nunca. Espero que encuentre aquí más satisfacción que en el palacio —miente con falsa cortesía y destellos de sarcasmo—. Entregue a los tecku-tacka y no se interponga.

Me pregunto si debería intervenir o no. Hubiese querido que la muchacha continuara a nuestro lado por más tiempo. Sin embargo, confío en que Macoa resultará más útil. Supongo que esta vez le dejaré a Dorian salirse con la suya.

En parte, me satisface saber que mi protegido todavía puede sorprenderme con sus acciones, que no he cometido un error al escogerlo y que su Vert comienza a traspasar los límites que tenía cuando nos conocimos. Al mismo tiempo, yo consideraba a la prostituta como un peón útil en la travesía. Tenía planes para ella.

En fin, mis ideas para el futuro deberán cambiar, modificarse y amoldarse a esta decisión. Será interesante. Quizás incluso resulte en un entretenimiento mayor a largo plazo.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora