| | «C a p í t u l o 35» | |

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I

Mi sonrisa contrasta con el desagrado reflejado en la nariz arrugada de Dorian. El circo es una belleza, impresionante. Representa todo lo que es inhumano y malvado sin que a nadie le importe, sin que se considere un crimen.

Personas con deformidades son expuestas como esculturas de museo, como bestias de las que otros pueden reírse. Los animales están famélicos y llenos de pequeñas cicatrices causadas por su duro y tortuoso entrenamiento. Debajo de los coloridos atuendos, incluso las estrellas del espectáculo tienen menos vida que la difunta Margaret Gray; con la piel pálida y grandes bolsas bajo sus ojos, cualquiera diría que con mi poder he levantado a los habitantes de una morgue.

El aroma a los deshechos de las criaturas inunda la parte trasera de la carpa central, donde jaulas de todo tamaño contienen a las bestias sin permitirles más que dar un paso hacia cada lado. ¡Hay incluso una jaula a modo de castigo para los humanos que cometen errores durante el show! Es un delicioso detalle que ahora lo ocupa el pequeño prisionero de cabello claro al que le hemos perdonado la vida. Todavía no ha despertado.

El circo lo lidera una de las mujeres más hermosas que he visto en las últimas décadas. Ella nos pasea por el complejo poco después del amanecer. Señala la ubicación de cada sector público y privado con orgullo. No está acostumbrada a recibir a miembros de la nobleza en su pequeño dominio.

Dorian y Sibyl han dormido apenas unas horas. No prestan demasiada atención a las palabras de nuestra anfitriona e intentan todavía hacer un balance de lo que ocurrió la noche anterior. Solo uno de los maleantes sobrevivió a la emboscada combinada. Para cuando los miembros del circo llegaron, apenas dos criminales quedaban con vida. De uno de ellos se encargó una mujer. El otro es el pequeño enjaulado.

La escena del campamento destrozado y bañado en muerte hubiera sido digna de una obra de arte. Es una lástima que Basil Hallward no pudo presenciarla.

—¿Por qué tienen una jaula vacía? ¿Acaso le ha ocurrido algo a la criatura? —inquiero yo poco antes de terminar el recorrido. He conversado con la mujer durante toda la mañana para que ella no note la distracción de mis acompañantes.

—El monstruo sigue dentro —me corrige—. Pero le gusta volverse invisible para que nos preocupemos. La primera vez que lo hizo, abrimos la jaula sin pensarlo y escapó.

—¿Y qué clase de curiosa criatura es capaz de algo así, señorita Kadenntia? —inquiero con curiosidad. Solo una bestia he visto con semejante habilidad, y no es oriunda de este continente.

—Ah, Lord Wotton, verá usted. Se trata de una abominación. Es un ser tan horrendo que muchos de mis empleados tienen pesadillas con él. Lo he comprado a un mercader nómada, de esos que recorren el mundo con curiosidades exóticas. Deje que se lo muestre.

La mujer se aproxima hacia la jaula y la patea con fuerza. La sacude hasta que un hombrecillo peludo toma forma en el espacio. Al parecer, yo tenía razón. Se trata de un pombero.

—Impresionante —admito—. Tiene usted una excelente colección de mascotas. ¿No crees, Dorian?

—Así es —responde mi protegido con sinceridad. Su atención vuelve a la realidad, se aleja de los disgustos—. De hecho, si me disculpa el atrevimiento, quisiera saber si algunas de estas criaturas tienen precio o están en venta. Y claro está, si le interesa adquirir seres de mi catálogo. Verá, para eso es que he venido —improvisa con sorprendente habilidad. Algo me dice que Dorian ha pensado en cada palabra, en cada frase de su discurso. Lleva horas reflexionando las posibilidades—. Mi familia comercia bestias de montura y yo me encuentro en una travesía para ampliar el catálogo. Le ofrezco nuevas posibilidades y admito mi interés por los seres que usted posee.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora