| | «C a p í t u l o 12» | |

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I

Dorian lleva su atuendo más ostentoso y, debo admitir, se ve mejor que nunca. Su cabello está recogido con sutileza y permite que las puntas ondeen con libertad. El traje es de un material importado, único, creado con las hebras de no sé qué criatura que mi protegido me mencionó y yo no me interesé por retener. Botones y detalles de oro dan elegancia al conjunto, con el emblema de la familia Gray en cada uno de los elementos de metal.

Se ha maquillado, pero no como una mujer, claro. Lleva polvo en el rostro que le hace ver más pálido y acentúa el color de sus ojos. Los zapatos relucen de tanto que los han pulido, terminan en una punta no demasiado abrupta y dejan entrever un broche dorado con las iniciales DG.

El sacón es un poco más corto que lo que la moda indica, pero esto se debe a la altura de Dorian. Como ha sido confeccionado en otro reino, no tuvo chances de probárselo antes de esta mañana. ¡Y el escándalo que ha armado al respecto! Fue digno de su difunta madre.

Se ha apropiado, como detalle final, del bastón de Oscar Gray. Quiere uno propio, pero no ha tenido el tiempo de encargarlo. Sonríe. De hecho, ha practicado su sonrisa en el espejo hasta la madrugada. Desea obtener el favor del rey a toda costa.

En sus manos carga con un sobre, con la invitación formal del rey Reuben VI. Varios metros detrás, en un coche de menor envergadura, dos sirvientes cargan con el pesado obsequio que Rufus logró preparar para la ocasión. Le ha quedado estupendo.

Nuestra carroza se detiene frente a las puertas del palacio. Un enorme jardín colmado de flores separa la construcción de la entrada a los terrenos reales.

Bajo del coche de un salto y aguardo por Dorian. Él se toma su tiempo, espera a que alguien le abra la puerta y todo. Bah, necedades de las reglas de etiqueta.

Un hombre de escasa estatura revisa con prisa la invitación y nos escolta al interior. Otro empleado se acerca a nuestros sirvientes para inspeccionar el obsequio. No me molesto en voltearme a ver qué hacen. Me distrae demasiado la construcción.

Ya desde el umbral puede apreciarse la obsesión del rey por los espacios colmados —abarrotados— de cosas. Las paredes están cubiertas de empapelado con el emblema de su propia familia. Sobre esto cuelgan decenas, no, ¡centenas de cuadros! Van desde el cielorraso hasta la altura de mis ojos; debajo, se acomodan muebles y esculturas varias.

La alfombra también tiene una especie de arabesco exótico y, al alzar la vista, noto candelabros y un mural que cubre todo el espacio. Insoportable. Esto le daría jaquecas a cualquier humano promedio. Es ridículo y de mal gusto.

¡Y los colores! El monarca no comprende sobre diseño, sobre contrastes y combinaciones. Los muros son violetas y los cuadros están enmarcados en dorado. La alfombra es roja y la pintura del cielorraso se destaca por sus anaranjados y azules. ¡Y los muebles son blancos!

La arquitectura no ayuda. Hay columnas de distinto diseño a nuestro paso, todas son únicas, eclécticas. La decoración del palacio es un insulto al sentido común.

Dorian está de acuerdo conmigo. No puede creer que exista en el mundo persona con un gusto tan grotesco. Me inmiscuyo en su mente unos instantes y sonrío. Mi protegido piensa cosas como: "si yo fuera rey, mandaría a matar al arquitecto, al decorador de interiores, al pintor y a todos los que han puesto su mano en semejante bestialidad" y "cuando yo sea rey, demoleré todas las columnas, pintaré las paredes de un color liso, cambiaré la alfombra, quemaré los cuadros y los muebles; capaz conserve el cielorraso".

Es muy entretenido ver cómo ya se está imaginando en el trono, dueño de lo que ahora recorre como invitado.

Nos detenemos frente a una puerta redondeada que podría permitirle la entrada a un gigante. Allí, dos damas de escasa vestimenta se nos acercan para entregarnos máscaras de Zanni, una clara señal de humillación.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora