| | «C a p í t u l o 37» | |

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I

Dorian no ha pegado un ojo en toda la noche. Sigue molesto por el desvío en nuestros planes de viaje, más allá de que gracias a ello podría conseguir buenos ejemplares para añadir a su catálogo o para obsequiar al rey.

Incluso con oscuras bolsas bajo sus ojos se ve tan hermoso como siempre. Está de pie fuera del recinto de Kadenntia, con las manos en sus bolsillos y la cabeza en alto. Sus ojos observan las nubes de tormenta que se aproximan mientras se pregunta si podremos partir pronto para ir a nuestro verdadero destino. Está impaciente. Anhela dormir en un edificio civilizado y elegante.

La falta de comodidades juega con sus límites, los retuerce y los debilita. Dorian está a punto de estallar ante la más mínima provocación. Recién amanece y no cree poder permanecer entre la pestilencia del circo siquiera hasta el mediodía. Su cuello se nota tieso a causa de la falta de descanso, sus movimientos son un tanto más torpes que de costumbre.

Uno de sus pies se mueve, inquieto, sobre la tierra. Levanta polvo, ensucia sus zapatos y el borde del pantalón. Creo que no lo nota. Agudiza sus oídos con disimulo, se concentra hasta que oye por fin movimiento en el interior. Llama.

—Señorita Kadenntia, ¿está usted levantada?

—Deme un minuto —responde nuestra anfitriona con su voz grave y seductora.

Se alista con prisa y sale al encuentro de Dorian. Sin sus botas usuales, se revela su escasa estatura. No ha tenido tiempo de arreglar su cabello o de maquillarse. Le pareció impropio hacer esperar a un noble.

Por un lado, Kadenntia lamenta esto. Sabe que mi protegido está soltero y soñaba despierta con la posibilidad de ganar su interés y llegar así a la nobleza a su lado. Es ambiciosa. Y se nota que no conoce a Dorian Gray.

—Marcharemos apenas el clima lo permita. Y quisiera saber si usted pondría en venta algunas de sus criaturas. —Mi protegido va directo al grano—. Me interesa especialmente su centauro, aunque no descarto la posibilidad de añadir lo que sea que esté dispuesta a ofrecerme.

Una sonrisa se dibuja en los gruesos labios de la líder del circo. Confía en que podrá poner precios altos, quizás incluso el doble o el triple de lo que ella pagó por las bestias.

—Comprendo. Regrese en una hora y hablaremos de las posibilidades. Quisiera asearme y revisar el inventario si no le molesta —sugiere. En su voz hay seducción, hay deseo y ansiedad. Poco le falta para desvestirse allí mismo y arrastrar al joven al interior de la carpa con ella.

Con una leve reverencia silenciosa, Dorian da media vuelta y se aleja. No le agrada tener que esperar, pero sabe que es la única opción. Sin nada que hacer, pasea entre las jaulas y analiza a sus posibles adquisiciones.

 Sin nada que hacer, pasea entre las jaulas y analiza a sus posibles adquisiciones

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II

Sibyl Vane se levanta de mejor humor. Sus lágrimas se han secado durante la noche. Se despereza sin apuros y sonríe a la soledad de la carpa. Aprovecha para desnudarse por un momento y cambiar su ropa. Son pocas las opciones en su equipaje y todo ha pertenecido a Margaret Gray. La prostituta sospecha que quizá ese sea el motivo del continuo rechazo de Dorian cuando la ve ataviada.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora