| | «C a p í t u l o 23» | |

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I

El día ha transcurrido con exagerada lentitud. Dorian envió a Sibyl Vane al mercado en busca de provisiones para el siguiente tramo de nuestro viaje y hasta le ha permitido, por sugerencia mía, usar lo que sobre del dinero en lo que ella desee. Claro está, la chica no sabe este pequeño detalle, cree que la generosidad ha sido de su amo.

Quien la haya visto primero en el palacio sería incapaz de reconocerla. Salvo por su tendencia a utilizar escasa vestimenta sin importar el clima, la prostituta actúa por fin con libertad; se deja guiar por la curiosidad y sonríe como una niña cuando algo le agrada; es como si intentase disfrutar ahora de la infancia que nunca poseyó.

Es una mujer, sí. Tiene deseos carnales y más experiencia de vida que Dorian, pero sus conocimientos mundanos son escasos: no puede casi leer o escribir. Nunca ha sido instruida en nada que no fuese su propia sexualidad.

En la ausencia de Sibyl Vane, y con el marqués encerrado en su estudio mientras confecciona el listado de precios, Dorian ha tenido que tolerar mi presencia desde muy temprano.

Hemos paseado por los jardines de la mansión mientras debatiíaos sobre los mejores cuadros de la colección y posibles formas de obtenerlos. Mi protegido todavía dice que intentará comprarlos con honestidad para evitar un posible escándalo. No le importa si esto significa vender a Sibyl o a mí. Ofrecerá un precio elevado e insistirá con el retrato que sabe que no le ha sido mostrado.

Obtendrá lo que desea sin importar el costo. Y, si el marqués se niega a negociar, entonces lo quitará de en medio. Dorian Gray será dueño de la colección antes del próximo amanecer de una forma o de otra.

El cielo se tiñe de blanco durante la tarde y preludia una nevada fuera de época. No siento frío, pero Dorian parece ser susceptible al cambio de temperatura; su piel pierde color, aunque mantenga todavía su inigualable hermosura.

—Mi querido amigo, permíteme hacerte una pregunta —inicio—. ¿Cómo es que piensas enviar las obras hasta tu mansión sin que sean descubiertas? Necesitarás contratar a varias personas que preparen las pinturas para que lleguen seguras a destino. ¿Has pensado en ello?

—Desearía que dejara de inmiscuirse en mis asuntos, señor Wotton —responde Dorian—. La solución es por demás sencilla: solo es cuestión de escoger a un grupo de ignorantes y decirles que son imitaciones de buena calidad. Luego le enviaré una carta a Basil Hallward para que se encargue del resto. Le pediré que las deje empaquetadas hasta mi regreso en una habitación cerrada con llave y le ordenaré además que no se atreva a revisarlas porque formarán parte de mi colección secreta y personal. De romper su promesa, lo perderá todo.

—Bien pensado, Dorian —respondo—; ¿y si el marqués se niega a venderte lo que deseas?

Sé cuál será su respuesta, pero quiero oírla. Me deleita su maldad.

—Entonces, deberé deshacerme de él y de sus pocos empleados. Quizás incluso torturarlo hasta que escriba un testamento a mi favor. —Se encoje de hombros.

"No será necesario", pienso.

El primer copo de nieve de la tarde se posa con suavidad sobre mi nariz. Dorian lo nota enseguida y maldice en un susurro. Está cansado de los inconvenientes que causa esta clase de clima. Sabe que, una vez que nos alejemos de la cordillera rumbo al norte del continente, el verano nos alcanzará y mejorarán las condiciones de nuestro viaje. Pero, por el momento, tendremos que lidiar con los últimos rastros del invierno.

 Pero, por el momento, tendremos que lidiar con los últimos rastros del invierno

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Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora