1. Quinn.

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→Capítulo editado.

1 | QUINN.


Elevo mis cejas con un poco de curiosidad al mirar mi reflejo frente al espejo.

Esto es estupidez.

¿Cómo poner en las palabras indicadas todas las ganas que tengo de armar mis maletas y mudarme a las montañas? O cualquier lugar que esté lejos del drama innecesario, las conversaciones sin sentido, las sonrisas falsas y toda esta vida.

Observo con detenimiento el vestido costoso, las joyas y mi maquillaje perfecto.

Yo no nací para esto.

Pero que buena que soy haciéndolo.

—¡Quinn! —chilla Natalie desde afuera de mi habitación. Cierro mis ojos. Lo único que sabe hacer es gritarme—. ¿¡Ya estás lista!?

—¡No! —exclamo en respuesta.

—¡No me interesa, sal ahora! —demanda en ese tono agudo que tiene una forma de taladrar mi cerebro como si fuera tortura. Esta vez, aporrea la puerta con sus nudillos.

Pongo mis ojos en blanco. Por supuesto que no le interesa. ¿Qué más esperaba? Llevo tan solo dos días viviendo bajo este techo y Natalie viene haciendo un trabajo estelar en lograr que quiera tirarme de un edificio.

Me miro por última vez en el espejo. El vestido que tengo puesto es rojo oscuro, largo y se ajusta en mi cuerpo con un acabado sirena. Mi cabello rubio está perfectamente acomodado en un peinado recogido, y mi maquillaje es sutil pero realza mi rostro mucho mejor. Diciendo la verdad, no me puedo llevar todo el crédito por lucir como si estuviera por asistir a una alfombra roja. Ni siquiera pude elegir el vestido. Natalie eligió todo. El vestido, los zapatos, el maquillaje, incluso el peinado. No me disgusta, para nada, creo que me veo bien pero nunca le daré la satisfacción de decirle.

Me fijo la hora en mi celular. Son las seis de la tarde, indicando que los invitados deberían estar llegando. Natalie me dijo que me quiere abajo, sonriendo y hablando con todos como si fuéramos una familia feliz. Y como si toda esta situación de mierda fuera normal.

Termino de retocar mi labial color rojo, me pongo los zapatos de tacón que amenazan con quebrarme las piernas y salgo de mi habitación.

Todo afuera se encuentra en silencio, excepto por las voces atenuadas que soy capaz de oír. Toda la conmoción está sucediendo afuera. Tengo ganas de maldecir en voz alta. Mi plan para hoy era dormir y esconderme entre las sábanas para aplazar más y más mi repentina vuelta a la escuela mañana en Portland.

Seré la chica que pasó de ser la futura capitana de porristas, la novia de un universitario y llena de amigos a ser la chica que volvió de Miami tras traicionar a sus mejores amigos. Por supuesto que nadie aquí sabe esa parte pero es suficiente con que yo lo sepa. Estoy completamente sola. Nadie me quiere en Portland, como nadie me quiere en Miami. Excelente. Qué emoción empezar mi último año escolar.

Me sostengo de la balaustrada de la escalera para bajar. Intento hacer el trayecto lo más largo posible. Prefiero enfrentarme con un león hambriento antes de salir al patio y estar en esta ridícula fiesta.

—¿Qué sucede, hermanita? ¿Necesitas que instalemos una escalera mecánica? —inquiere una voz cargada de sarcasmo y arrogancia.

Cierro mis ojos con fuerzas y ahogo las ganas de voltear y matarlo. Aún tengo que acostumbrarme a oírlo hablar. No respondo. Es mejor si me muestro indiferente como estuve haciéndolo por días. Tal vez si actúo como si no existiera, desaparezca.

The Same Heartbreaker (2) ✔️Where stories live. Discover now