45. Quinn

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QUINN

—Key, deja de mirar a Fury así. Necesito que se lleven bien —le explico mientras lo cargo. Fury va a hacer que mis brazos terminen más fuerte que los de un boxeador.

—¿Y por qué lo cargas a todos lados? —me pregunta.

Antes de responder, Key se adelanta y empuja la puerta del veterinario. Una pequeña campana suena y el recepcionista sube la mirada al vernos entrar. El lugar huele a perro recién bañado y a alimento.

—Porque es mi bebé y tiene linso...

—Linfosarcoma —completa Key por mi.

—Eso.

—Deja que lo cargue yo.

—A Fury no le gustan los desconocidos —espeto.

—Quinn, tú eres la desconocida. Lo tienes desde ayer.

No le respondo. Yo sé lo que le gusta a Fury. Una noche  fue suficiente para que nos hayamos hecho buenos amigos. Aprendí un par de cosas hasta las tres de la mañana que fue cuando pude irme a dormir luego de que Fury se durmiera. No sé si debo hacer eso, con los bebés es así. Aprendí que no le gusta beber agua de un tazón pero le fascina que lo suban al lavamanos del baño y tomar agua directamente de la canilla. También que si le rascas el costado izquierdo de su pancita, comienza a sacudir una pata casi frenéticamente.

—¿A quién tenemos aquí? —pregunta el hombre que luce cerca de sus treinta años. Se aproxima a nosotros y acaricia la cabeza de Fury.

—Este es Fury —le explico aún cargándolo—. El refugio Greensom me recomendó este lugar. Fury tiene linfosa...

—Linforsacoma —completa Key en un tono cansado a mi lado. Asiento. ¿Cuando voy a aprender a pronunciar esa palabra?

—Mhm, es muy raro para su edad —responde él mirando a mi bebé con el ceño fruncido—. Pero muy común en perros de su raza. Venga, pasemos al consultorio. Soy el doctor Stevens.

Seguimos al doctor hacia el consultorio y agradezco mentalmente que no haya otros perros a la vista. No sé que cómo reaccionaría si otros perros le ladran y lo hacen sentir incómodo. Va a sonar tonto, porque él ya estuvo en un refugio con cientos de otros perros pero yo nunca tuve uno en mi vida.

Cuando entramos, noto que el consultorio es grande. Hay una camilla metálica en el centro, dejo a Fury ahí. Noto como sus patitas hacen un ruido que me provoca escalofríos al tocar el metal. No sé quién está mas nerviosa, Fury o yo.

Brevemente, le explico que Fury estuvo en un refugio por tres semanas y que el veterinario voluntario detectó que tiene linforsacoma o, cáncer de linfoma. Al no tener los recursos ni el dinero para tratarlo, lo dejaron a su suerte en una de las jaulas, haciendo lo que podían. Y luego lo conocí, y ahora estoy lista para afrontar los costos para que Fury viva.

Por suerte, el doctor Stevens me tranquiliza al decirme que el porcentaje de perros que sobreviven a este cáncer es del 90% y mucho mas siendo Fury tan joven. Se explaya mucho sobre lo que es la enfermedad y los síntomas, también sobre la forma que hay de tratarlo: quimioterapia. Finalmente, me dice que como no traje los estudios que el veterinario del refugio le hizo, él le hará todas las pruebas.

Así que acaricio su cabeza mientras el doctor Stevens hace lo suyo. Key esta a mi lado, observando todo con detenimiento y yo solo puedo preguntarme ¿cómo hice para que me acompañe? Es viernes a la siesta, debería estar haciendo algo mucho mas interesante que estar aquí conmigo y Fury. De seguro podría estar con su nuevo novio, Reese. Aún no puedo hablar con él porque Key siempre esta listo para detenerme o para tirarme de la mano como si fuese una bolsa de patatas para arrastrarme lo más lejos que pueda de él. Ni que fuese a presentarme en frente de sus narices con una navaja muy bien afilada y juguetear con ella muy cerca de su cuello. No.

The Same Heartbreaker (2) ✔️Where stories live. Discover now