33. Liam

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LIAM

Hoy es veinticuatro de diciembre y hace tanto frío que podría congelarme la saliva.

Quinn tironea de mi cabello hasta que comienza a doler.

—¿Qué quieres hacer? —le pregunto sin poder verla. Decidimos no salir de la casa hoy porque el frío es demasiado como para soportar. No me dan muchas ganas de pasear por el ferry y helarme el culo todo el día, así que concordamos en quedarnos en casa.

—Quiero hacerte una trencita —protesta moviendo mechones de mi cabello.

—No tengo el pelo tan largo para eso.

—Oh, yo haré que lo tengas —murmura y vuelve a tironear.

Ignoro el dolor y continuo viendo televisión. Están echando películas navideñas en todos los canales así que no es una mala idea.

El padre de Quinn está durmiendo en su habitación. Ayer llegó tarde de quién sabe dónde y esta descansando. Quinn me comentó hace unos días que tiene una nueva novia aunque aún no la conoce, está nerviosa porque no quiere que su padre le oculte que tiene pareja de nuevo. Dice que no se irá de San Francisco sin conocerla.

A mi no me puede importar menos si mi padre tiene pareja, porque sé que no con seguridad. La herida que le dejó perder a mamá hace unos años sigue abierta. Le llevará tiempo superar el dolor y conocer a alguien más que no este interesada únicamente en todo su dinero y poder. Además, el tiempo que no invierte en su empresa, lo hace en la investigación de Olive. No está listo para volver a salir con mujeres.

Quinn vuelve a tironear e mi cabello al estar sentada en mi espalda mientras yo intento ver televisión en el sofá. Ella decidió esta extraña posición, y como literalmente no pesa casi nada, no me molesta. Me incomoda, y bastante. Sigo posponiendo mi conversación con ella porque se que van a volar platos por todos lados cuando hablemos. Ambos somos explosivos y de lo que Quinn me ha hecho saber, no quiere que mencione el tema la comida en su vida.

Eso no quiere decir que no note como pone una pequeña mueca cada vez que sugiero alguna comida o lo que le cuesta tragar un bocado de una hamburguesa y el largo rato que se pasa masticando la comida. Es de locos como nadie en su familia parece notarlo. Cada vez que comemos todos juntos, ella insiste en servirle los platos a todos para poder controlar lo poco que va a comer, como habla más de lo que come y bebé más de un litro de agua durante el tiempo que esta sentada.

Me incomoda pero no puedo permitirme eso. Tengo que hablarlo y pronto, de lo posible antes de que el sentimiento de culpa que me aprieta el pecho termine por asfixiarme.

—Haré chocolate caliente para Hannah y yo, ¿ustedes quieren? —nos pregunta Nathan al acercarse a nosotros. No puedo verlo porque Quinn me tiene inmovilizado.

—Yo no, ya tomé uno hace un rato. ¿Liam? —habla Quinn en un tono de voz alegre. Si será mentirosa...

—No gracias, Nate.

Él se va, dejándonos solos. Mi relación con los hermanos de Quinn es como un bote perdido en el medio del Pacífico. Nos movemos a veces cuando hay corriente pero la mayor parte del tiempo estamos estancados en una misma zona. El bote es pequeño y estamos los tres sobre el intentando no caernos. Siento que en cualquier momento, ambos me darán la paliza de mi vida pero por ahora, no les di razones para hacerlo.

Me mantengo alejado de los labios de Quinn cuando sé que estarán cerca, no tiro comentarios fuera de lugar y duermo en la habitación de invitados, aunque realmente, luego de la medianoche, Quinn viene a mi habitación a puntitas de pie para dormir conmigo y se va antes de que todos se despierten. Y la noche siguiente, soy yo el que se arriesga el trasero al colarme en su cama. Nos venimos turnando desde el día que llegué y hasta la fecha, nadie se ha dado cuenta.

The Same Heartbreaker (2) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora