32. Liam.

46K 4K 2.1K
                                    


LIAM

Quinn me sonríe y se echa a reír apenas termino de hablar. Noto sus hoyuelos y la alegría que desprende de sus ojos. Yo sonrío porque verla tan feliz por mi es de otro mundo. Todavía me cuesta entender como puedo sentir todo esto. Su mano busca la mía y la entrelaza. Le doy un apretón, quiero que sepa que si es por mi, que no me suelte la mano nunca.

—¿Qué tipo de interrogatorio crees que nos espera? —me pregunta Quinn mientras balancea nuestras manos juntas.

Tiempo atrás, incluso luego de haberla conocido, si veía una pareja tomándose manos como nosotros ahora, con sonrisas tontas en la cara... Probablemente me hubiese burlado en mi cabeza, alegando que ese hombre no sabe lo genial que es estar soltero y tener a muchas chicas a tu disposición. Era cuestión de tiempo, supongo.

—Seguramente tus hermanos piensan que nos pasamos el día encerrados en una habitación de hotel —comento.

Mi primer día en San Francisco con ella fue tan prometedor que quiero que los días pasen lo más lento posible. Tengo solo dos semanas con ella y luego, ¿quién sabe cuando nos volveríamos a ver? Y por más que no tenga muchas chances de tocarla y hacerle entender cuanto la extrañé, me conformo con su compañía. Me conformo y sobra.

Pasamos el día recorriendo el parque del Golden Gate. Es gigante. Ya sabía de antemano que es el parque más grande del país y que supera al Central Park pero... En mi mente, no existía nada más grande que el Central Park. Quinn conoce sus partes favoritas como la palma de su mano y mientras recorríamos el lugar, solo podía concentrarme en el brillo de entusiasmo jugueteando en sus ojos cada vez que me explicaba sobre una zona interesante. Sirvió para confirmarme lo colado que estoy por cierta rubia.

Ya son casi las siete de la tarde y estamos volviendo a la casa de Richard. Mi cabeza aún no aterriza en la idea de que me haya aceptado sin muchos problemas. Lo conocí por una mera llamada de teléfono. El pobre hombre nunca había oído de mi en su vida, lo cual hirió un poquito mi ego, no voy a mentir. Pero dado a la fina relación que tiene con su hija, no me cayó como mucha sorpresa.

—¿Una habitación de hotel, uhm? —arquea sus cejas—. Ya hubiese querido.

Lanzo una carcajada para evitar decir: "yo también lo hubiese querido". Me freno cuando faltan algunas cuadras para llegar y aprovechando tener su mano sobre la mía, tiro de ella, logrando que Quinn choque contra mi pecho.

—Ya solucionaremos eso —le digo en forma de promesa.

No voy a jugar al viejo juego de engañarme a mi mismo al decirme que no lo quiero tanto, porque apenas entré a su habitación hoy a la mañana y la vi en ese minúsculo pijama, se me cruzaron tantas cosas por la cabeza que tendría que ir a misa pronto. Por no mencionar cuando se abalanzó a besarme. Mi cuerpo cobró vida tan rápido que debería avergonzarme.

—Genial, porque lo espero con ansias. Ha pasado mucho tiempo.

Créeme, estuve contando los días.

—¿Eso significa que no estuviste con nadie? —le pregunto sintiendo que estoy desarmando una bomba de tiempo. Desde que dejé Portland con el único pensamiento en mi cabeza era: «Soy un imbécil, debí haberle dicho que somos exclusivos». Porque comencé a imaginarme otros hombres haciéndola reír y gemir del placer como yo lo hago. Casi me hago perder la puta cabeza.

Decidí no decirle nada, porque fue ella quien sugirió la idea y yo tengo que entenderlo también. Acabábamos de arreglar nuestra jodida relación, lo último que debería hacer es complicarla aún más al volverla una relación seria a larga distancia porque eso es una mierda. Desde entonces estuve haciéndome la cabeza todas las noches antes de irme a dormir, justo después de enviarle ese mensaje de buenas noches. ¿Habrá estado con otro? ¿Sería capaz?

The Same Heartbreaker (2) ✔️Where stories live. Discover now