38. Quinn.

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QUINN

Lucho para abrir mis ojos. Los parpados me pesan una tonelada. Como nada en esta vida me sale bien, solamente logro entreabrir la mirada. Un quejido se escapa de mi boca cuando la luz de un foco me golpea el rostro a puño cerrado. Vuelvo a cerrar los ojos, abrirlos fue una mala idea, la cabeza me va a explotar.

—Era hora de que te despertarás —la voz cerca de mi logra ponerme en alerta. Abro mis ojos como platos y me siento de un salto sobre el sillón desconocido. Ignorando el punzante dolor que me penetra el cerebro, paso mis ojos por el lugar en donde estoy hasta fijarme en una persona.

Los recuerdos de anoche son un borrón. No es como si hubiese bebido de más y algunos recuerdos estuviesen flotando, nunca siendo tan claros, esto es un verdadero borrón. Lo último que me acuerdo son los brazos de Jason aferrándome a su cuerpo, su sonrisa burlona y luego, todo negro.

—Jason —mascullo al mirarlo. Está relajado en un sofá diagonal al mio, donde parece que dormí toda la noche y la mañana. Mis manos buscan el dobladillo de mi vestido negro para tirarlo más hacia abajo, se subió mientras dormía.

—Quinn.

—¿Hay agua?

Resopla y suelta una carcajada.

—No nos vemos hace más de dos años, ¿y lo primero que me preguntas es si hay agua?

—¿Qué demonios quieres? ¿Un saludo con rosas y fuegos artificiales? —espeto irónica.

—No has cambiado nada.

Esta vez me toca a mi soltar la risotada amarga. Claro.

—¿Dónde estoy? —le pregunto intentando usar mi cabeza racionalmente. Mi vista recorre la sala de estar, donde hay sillones negros a juego, una mesita de café y un televisor. Es pequeña, pero no me resulta incómoda.

—En mi departamento —responde él. Se levanta de su lugar y pasa por mi lado, se va por una puerta abierta donde veo una cocina. Oigo el ruido de la puerta de un refrigerador abrirse. Cuando vuelve, lo hace con una botella de agua. Me la entrega.

—Gracias. ¿Y puedo saber qué demonios haces en Miami? Pensé que te habías muerto en Portland o algo así —digo y no me demoro en destapar la botella. Bebo todo su contenido de un tirón mientras escucho su respuesta.

—Para tu mala suerte, sigo vivo. Me mudé a aquí hace unos cuantos meses cuando me transferí de universidad.

—¿Y qué hacías en esa fiesta?

—¿Además de ver como saltabas como conejo por todos lados? —me pregunta riendo. Mis mejillas se tiñen de un color rojo con tan solo recordar lo frenética que estuve con todos—-. Emily Murph es mi prima. Sus padres se fueron de la ciudad y me pidieron que chequee en ella cada tanto. Esa chica es un peligro. Cuando me pidió que no le diga a sus padres que echaría una fiesta, le dije que no había problema. Me pasé un rato para asegurarme de que no hayan incendiado la casa. Fui a buscar una cerveza y luego te vi cayéndote al piso. Tienes suerte de que haya sido yo y no otro el que te encontró en ese estado.

—Me sorprende que no me hayas tirado por un barranco.

—Mhm, nah. A Zack no le gustaría eso.

Y de repente mi cabeza hace click. De seguro Zack apoyó tanto la idea de venir a Miami porque sabía que Jason estaba aquí. Y yo, tonta, de las mil millones de personas que me podía llegar a cruzar, tuvo que ser a Jason Heyward.

The Same Heartbreaker (2) ✔️Onde as histórias ganham vida. Descobre agora