6. Liam.

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Capítulo editado

6 | LIAM

Sigo a Emma hasta llegar a un sector privado del gimnasio que no sabía que existía. Es una zona especialmente para clases de boxeo. Es amplia, tiene un ring improvisado en medio y varios sacos colgados del techo desperdigados por el lugar.

No hay mucha luz, solo unos cuantos focos sin mucha potencia. La sala huele a alcohol etílico y goma, como si la acabaran de limpiar.

Emma se mueve como si fuera la dueña del lugar. Deja su bolso en un banco justo al lado de la puerta y lo abre, empezando a sacar vendas y guantes.

—¿Por qué boxeo? —le pregunto con curiosidad.

—Mhm... Mi abuelo era un gran boxeador en sus tiempos —comienza a contarme sin mirarme al estar ocupada intentando desenredar las vendas—. De niña siempre veíamos las repeticiones de sus peleas... Me interesó, comencé a tomar clases a los quince y aquí estoy.

—¿Tienes 21, verdad? —le pregunto. Esto parece un interrogatorio. No quiero que suene así, pero tengo que confirmar si lo que pensaba es cierto.

—Todavía no —contesta en un tono de "cuidado con cómo dices mi edad"—. Los cumplo el mes que viene.

Nos llevamos solo tres años.

—¿Alguna vez has boxeado? —me pregunta.

¿Que si me peleé con muchas personas? Sí. ¿Lo llamaría boxeo? No.

—No.

—Ven aquí —me llama cuando logró separar las vendas. Me hace un ademán para que le dé una mano y eso hago. Para enrollar la venda blanca alrededor de mi mano inevitablemente tiene que tocarla. Esbozo una pequeña sonrisa y me muerdo la lengua para no reírme.

—¿Qué te sucede? —espeta como si fuese la chica más dura del mundo.

—Te estás poniendo nerviosa —remarco y chasqueo mi lengua. Elevo la mirada para llevarla a sus ojos y ella hace lo mismo. Sus electrizantes ojos azules me reciben con desafío. Como si no quisiera aceptar lo que acabo de decirle.

—No estoy nerviosa —refuta muy segura de sí misma.

Me alzo de hombros y no respondo nada, lo cual parece enfurecerla más porque aprieta las vendas con más fuerzas.

Termina de envolver mis dos manos con vendas con mucha rapidez. Ninguno de los dos dice nada en ningún momento.

Puesto correctamente, Emma es una completa desconocida para mí. Ni siquiera sé su apellido, la conocí en una fiesta en Ibiza por breves minutos y luego vuelve a aparecer aquí, en mi misma universidad... O mejor dicho, yo aparezco en su universidad. ¿Cuántas eran las chances? Y más importante, ¿cuántas eran las chances de que nos crucemos en un gimnasio que tiene un montón de personas?

Honestamente, no creo que en el destino. Creo en las casualidades y que a partir de ellas, nosotros tomamos el mando. De nosotros depende totalmente lo que nos deparará. Pero Emma estaba haciendo que me lo cuestione todo.

—Trata de no quitarte el vendaje, o tendrás problemas. Eso protege tus nudillos, los ligamentos sueltos, articulaciones y huesos —me recomienda como una profesional.

—Ya lo sé, le he partido la cara a gente antes y sé sus consecuencias —comento al recordar esa vez que metí en una pelea por vaya alguien a recordar qué demonios. Golpeé a ese chico con tantas fuerzas que me fracturé un dedo. Sin embargo, valió la pena. Sin dudas.

—Déjame adivinar... Eras ese cliché en la secundaria... El chico malo adinerado —me mira con diversión.

Arrugo mi nariz y niego. No diría que soy un chico malo. Soy un chico bueno con tendencias malas. El chico que es suficientemente inteligente como para saber qué hacer y que no hacer sin sufrir las consecuencias. Durante la secundaria, las profesoras querían acostarse conmigo, los profesores me veían como el hijo que nunca tuvieron.

The Same Heartbreaker (2) ✔️Where stories live. Discover now