29. Liam

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LIAM

Hideout siempre esta lleno de universitarios. Es una de las cafeterías más cerca del campus. El café es bueno pero nadie realmente viene porque sea bueno, con el simple hecho de que sea cafeína ya vuelve loco a cualquier universitario.

Cierro mi libreta de apuntes cuando atisbo a Emma entrando. Dejo mi lápiz a un lado y recuesto mi espalda en la silla. Es la última semana antes de las vacaciones por navidad y estoy investigando sobre un tema para entregar un trabajo en dos días.

Emma Anne Jenner sonríe al verme. Su nombre completo suena raro en voz alta, por lo que solo Emma es perfecto. Le devuelvo la sonrisa para no empezar con el pie equivocado.

Se deja caer en la silla del frente con cansancio. Suelta un bufido.

—Acabo de salir de la clase más aburrida del mundo —murmura ella.

—¿Qué quieres para tomar? —carraspeo. Ella entrecierra sus ojos al notar mi incomodidad. Es una chica inteligente, seguro ya ha descifrado que algo va mal.

—Un latte de vainilla —responde.

—Ya vuelvo.

Me levanto de la silla y como un imbecil, me apuro a hacer la fila de dos personas para pedir su café. Aparentemente toda la faceta de rompecorazones parece haberse escondido tan bien que me esta costando encontrarla.

No quiero lastimarla, quiero terminar esto en buenos términos. No soy idiota, entiendo perfectamente que después de esto, no habrá más entrenamientos de boxeo juntos o sexo. Apenas nos saludaremos y volveremos a ser desconocidos.

Emma es una buena chica, pero Quinn me pidió que me aleje de ella. Suena como si me estuviera dejando dominar completamente por ella pero no es así. Quinn aceptó a mantener nuestra relación abierta, significa que por más que me revuelva el estomago pensarla con otro y mis celos se disparen al maldito cielo, yo tengo el mismo derecho de estar con otras chicas. Solo que Emma no.

Le pido a la chica que atiende detrás del mostrador el latte y le pago. La reconozco de mi clase de anatomía pero ella no me reconoce a mi. Recibe las diez libras y me devuelve el cambio.

Me muevo a otra fila a esperar el pedido. Meto mis manos en mi bolsillo. Ya es definitivo, estoy actuando como un estupido. No debería ponerme nervioso.

Llaman mi nombre y me acerco al barista para recibir el latte en un vaso desechable. Vuelvo a la mesa, donde Emma ha abierto mi libreta de apuntes y hojea todo con atención.

—El programa de biología luce tedioso —comenta. Dejo el café sobre la mesa cuando me siento. Ella me mira—. Gracias.

Le sonrío. Ella pagó la última vez que tomamos un café, ya estamos a mano. Significa que estamos listos para decirnos adiós.

—Nah, no lo es —respondo inclinándome sobre la mesa—. Si quiero entrar a la escuela de medicina, esto será de gran ayuda.

—Por poco olvidaba que eres todo un apasionado por la ciencia —sonríe burlona—. ¿Tienes algún programa en mente?

—Harvard tiene un buen programa —contesto. Nunca había discutido este tema con alguien antes, simplemente en mi cabeza. Aun me quedan tres años de universidad, luego cuatro de medicina y la interminable residencia. Querer ser doctor no es una idea que le surgió de la noche al día.

—¿Harvard? —inquiere con sus cejas alzadas—. Impresionante. Queen Mary también es buena.

Asiento.

—Me gustaría volver a Estados Unidos, el acento ya se me esta pegando demasiado —bromeo y ella ríe.

—Los hombres con acento son cien veces mas atractivos —dictamina con una sonrisita traviesa—. Soy casi periodista, te he dejado los datos sobre la mesa.

The Same Heartbreaker (2) ✔️Where stories live. Discover now