28. Quinn

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QUINN

Vuelvo a beber un poco de mi limonada sin azúcar mientras mi vista vuelve a colgarse en el plato de donas que tengo al frente. Esto es ridículo y prometo que me da mucha vergüenza, por eso es que estoy sola en la azotea.

Me cruzo de piernas sobre la silla de la mesa y dejo escapar un largo suspiro. Estoy sentada aquí hace media hora y aún sin progresos.

¿En qué momento dejé que esto escalara tan rápido? ¿Por qué no hice algo antes de que todo esto descarrilara así?

El plato de cerámica blanco tiene tres donas que compré en Dunkin Donuts antes de volver de la escuela. Me preparé una limonada para acompañarlas porque me sentía segura, pero ahora no tanto.

Veo el glaseado, el baño de chocolate y las chispitas de colores. Se supone que es rico, que debería estar babeando por ellas. ¿Por qué no me siento así? Y, ¿en qué momento empecé a dejar de verlas como antes?

Ahora solo es grasa. Calorías, azúcar, carbohidratos y más grasa. Eso puede jugarme en contra, podría enamorarme de las donas y engordar.

Tomo una de las donas, la que tiene chocolate encima y la observo con cuidado. Bueno Quinn, tienes que dejar de actuar como una idiota. La llevo lentamente a mi boca y le doy el primer mordisco. Es pequeño, y mientras mastico, no la disfruto nada.

Trago con dificultad.

Vuelvo a dejarla en el plato.

No puedo hacer esto. Simplemente, no puedo. No creo que haya una razón en concreto, pero no puedo. Ni siquiera tengo hambre. Si como cuando no tengo hambre, voy a ganar peso. Es lógica para mi.

En lo que menos me doy cuenta, el primer sollozo abandona mis labios. Cierro mis ojos con fuerzas y me permito llorar ya que sé que estoy sola. No soy capaz de regular mi respiración mientras las lágrimas caen sin control, ruedan por mis mejillas y se pierden en mi mandíbula.

Debo lucir como una maldita estúpida. El mundo tiene mayores problemas que yo intentando comer una puta dona. ¿Por qué demonios lloro por esto?

Todavía puedo acordarme cuando era una simple niña, que no tenía que preocuparse por todas estas cosas. Nathan y Rick me harían reír y todos mis minúsculos problemas se irían tan rápido como vinieron. Todo era tan fácil antes. ¿Cuándo dejé que las cosas se complicaran tanto?

Me cruzo de brazos porque hace frío y es normal que me haga frío si no he comido en todo el día. Lloro hasta que mi cabeza me empieza a doler y debo parar. Respiro hondo y paso las mangas de mi chaqueta por mis ojos.

Tengo cosas que hacer, con suerte eso me distrae de un poco de esto. Me levanto de la silla y alzo el plato con donas y mi limonada a medio tomar. Con suerte, Zack anda por ahí y puedo darle las donas.

Observo el paisaje lleno de árboles que se extiende abajo antes de voltear y volver a la casa. Sin dudas lo único que extrañaré de Portland es esta casa.

Bajo al segundo piso y luego al primero, pero no hay señales de Zack en ningún lado. No lo busco mucho, seguro está arreglando las cosas de la mudanza. Nos vamos mañana.

Dejo las donas en la mesa de la cocina para que cualquiera las agarre y echo la limonada que queda en el fregadero. Volteo, casi salto del susto cuando veo a Zack parado en la puerta de la cocina.

—Meyer —saluda este con un asentimiento.

—Joder, me has asustado —murmuro.

The Same Heartbreaker (2) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora