2. Adiós Dylan, hola Drake

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Quiero declarar a partir de hoy a Dylan como el enemigo número uno.

No me importaba si volvíamos, si se disculpaba o incluso si mi corazón se aceleraba con una de sus sonrisas. Aún lo seguiría odiando. Es más, de haber tenido mi teléfono, no habría bloqueado.

Sin embargo, mi teléfono no estaba funcionando, por lo que no pude decirle los ciento catorce insultos que se me habían ocurriendo de camino a casa bajo la lluvia, y él interpretó mi silencio como una buena señal.

Y Por eso Dylan vino a despedirse a la mañana siguiente, antes de que partiéramos.

Él me abrazó en la acera mientras mi padre guardaba las últimas cosas en el maletero y yo fingía que el día anterior no había sucedido.

Quería golpearlo y decirle que, ahora que habíamos terminado, él no tenía derecho a venir aquí, pero mi padre estaba aquí, se suponía que aún seguíamos siendo amigos y que la ruptura no era definitiva. Sabía que si hablaba con el calor del enfado más tarde lo lamentaría.

—Voy a extrañarte —dijo él.

—Yo no.

Reprimí el impulso de pisarle el pie y le di una palmada en la espalda antes de soltarlo. Él estaba sonriendo, como si creyera que yo estaba bromeando.

Sobre nuestras cabezas se extendía el cielo, completamente despejado. No había ni un sólo rastro de la tormenta del día anterior y eso por alguna razón me puso de peor humor. Pareciera que el cielo se había complotado con Dylan para darme el peor día de mi vida y ahora los dos pretendían que nada había pasado.

Pero no iba a dejar que ninguno de los dos me viera afectada.

—¡Sophie!

Esta vez fue el turno de Brenda de abrazarme y la recibí con más predisposición que al otro desgraciado.

Brenda era una de mis compañeras en el equipo de fútbol femenino del instituto y también una de las pocas amigas que tenía aquí, sino la única. No éramos tan cercanas y, de hecho, me sorprendió mucho verla llegar con Dylan, pero supongo que le había dejado una mejor impresión de la que creía.

Cerré mi mano en su cabello rojo y esponjoso. Brenda me presionó con mucha más fuerza que Dylan, hasta casi dejarme sin aliento.

—Asegúrate de entrar en el equipo de fútbol —me ordenó mientras nos separábamos—. Así podremos competir en los partidos.

—Haré lo que pueda —le prometí.

El fútbol no me gustaba más de lo que me gustaba cualquier otro deporte y en primer lugar sólo me había metido para que se viera bien en mi aplicación para la universidad. La única razón por la que nunca lo dejé en todos estos años de secundaria fue porque me di cuenta de que es más fácil hacer amigos si estás en un equipo deportivo. O, al menos, hacer conocidos, de esos que te invitan a fiestas, te hablan en clases y con los que compartes mesa.

Nunca fui una persona extrovertida, así que esa fue mi manera de sobrevivir.

—¡Todo en orden!

Papá cerró la cajuela y le dio una palmada al auto antes de rodearlo y acercarse a nosotros. Se despidió de mis amigos con un apretón de manos y me indicó que entrara.

Le eché una última mirada al que antes había sido mi hogar y me despedí mentalmente.

Esperaba que me gustara mi nueva casa.

***

—Dime una cosa.

La voz de papá desde el volante interrumpió mi lectura y me vi obligada a levantar la cabeza.

Cambio de corazónWhere stories live. Discover now