35. Segundo tiempo

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No sé si alguna vez dije esto, pero Cecilia era pequeña. Sí, era un año más joven que nosotros, pero también era más bajita. Estaba segura de que no cruzaba la barrera del metro sesenta y eso la obligaba a levantar la cabeza siempre que debía hablar con alguien. Y ahora, con Drake, no fue la excepción.

Fueron sólo unos segundos de confusión y temor hasta que su mirada bajó al uniforme que Drake llevaba puesto y lo reconoció. Su boca quedó abierta.

—¿Tú no eres...? —su mirada fue de él a mí— ¿Acaso no eres un jugador?

La pregunta era estúpida. Todos habíamos visto a Drake luciéndose durante todo el partido y estaba segura de que Cecilia más que nadie, puesto que el rubio no se despegó ni un segundo de Dylan.

Él no respondió.

—Estás molestando a Sophie. Lárgate.

Cecilia cerró la boca y juntó las cejas, visiblemente ofendida. Parecía querer responder algo, pero la presencia de Drake debía de estar intimidándola, porque retrocedió un paso. Finalmente, cerró las manos en puños y tomó aire.

—¿Te crees mejor que nosotros? Vamos a patearte el trasero en el partido.

Ahora que estábamos perdiendo 2 a 1, esa amenaza despertó una sensación de inquietud y temor dentro de mí, pero mi novio se veía relajado. Pasó una mano alrededor de mi cintura sin alterar su expresión, una mezcla de molestia y aburrimiento.

—¿Quién eres?

Cecilia presionó los labios y se marchó de regreso a la cancha. Sus puños aún estaban cerrados mientras daba pasos rápidos y pesados.

Sonreí, impresionada, y levanté la cabeza hacia mi novio. Cuando él me devolvió la mirada, seguía algo confundido. Ahí me di cuenta de que Drake no había dicho eso para molestarla, sino que de verdad no tenía la más mínima idea de quién era ella.

Yo jamás le había enseñado una foto de Cecilia y era probable que esta fuera la primera vez que se veían, porque era el primer año de ella como porrista.

—¿Soy yo, o estaba usando el mismo peinado que tú?

El calor subió hasta mi rostro y tuve que apartar la mirada un momento, avergonzada. Él no me soltó, por lo que su brazo aún seguía alrededor de mi cintura.

Era la primera persona que se daba cuenta de los peinados.

—Yo jamás usaría dos coletas.

Enrosqué el dedo en un mechón de mi cabello, el cual estaba recogido de la misma manera que lo llevaba Cecilia, sólo que con una coleta en lugar de dos. La trenza incluso estaba de costado, igual que la de ella. Ese peinado y la corona de trenzas eran los que solía usar en mi día a día.

—Las puntas de su cabello eran azules —insistió—. ¿Te está copiando?

—¡Lo sé! ¿Puedes creerlo? —Estallé y extendí los brazos en un movimiento exagerado—. ¡Qué rabia!

Drake soltó una risa baja y presionó mi rostro entre sus manos antes de bajar y darme un beso.

—Qué linda eres. —Sus labios fueron hasta mis mejillas, donde dejó más besos. Pese a su cansancio, parecía estar recuperando la energía—. ¿Dónde estabas?

Me aferré a sus hombros y cerré un ojo cuando recibí un beso en el pómulo. Incluso en un momento de tensión como este él era así de pegajoso.

Bastaron sólo unos segundos de su insistente afecto para hacerme sonreír con él.

—Llegamos tarde y acabamos detrás de todo —le expliqué—. Te vimos jugar. ¿Qué crees que haces?

Tomé su rostro entre mis manos para obligarlo a verme a los ojos. Al darse cuenta de que estaba siendo regañado, estiró ligeramente los labios y bajó las cejas.

Cambio de corazónWhere stories live. Discover now