15. El rescate

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DRAKE

—No me siento bien ¿Puedes venir por mi?

Era la primera vez que escuchaba a Sophie llorar y no había estado preparado para eso. Ella estaba riendo, como si la situación de alguna manera fuera cómica, pero en lo único que podía pensar era en qué había sucedido para que ella acabara en ese estado, y en el hecho de que Sophie se encontraba sola en un bar y llorando.

Pese a no saber la razón de su llanto, podía hacerme una idea de quién era el responsable y tuve dos largas horas de viaje en carretera para pensar en él y en cómo le iba a devolver el favor cuando nos encontráramos.

Cuando finalmente llegué al sitio que me marcaba el GPS, no esperé. Dejé la motocicleta a un lado, junto al resto y entré al bar.

Que aún siga aquí. Que aún siga aquí...

Las luces estaban apagadas. Lo único que iluminaba el lugar eran pequeñitas lámparas de techo de distintos colores que apenas sí dejaban ver las mesas y la zona de la barra. La gente iba y venía de un lado a otro, por lo que era un poco difícil escanear el lugar, pero luego de unos minutos la vi.

Sophie estaba allí, en la barra. Su cabeza escondida entre sus brazos, como si estuviera tomando una siesta. Podría reconocer su ropa incluso a kilómetros, porque siempre llevaba esos estampados de estrellas o galaxias. Había algunos vasos a su alrededor y su bolso descansaba sobre la barra.

Al menos respiraba.

—Sophie.

Me acerqué a su oreja y pasé una mano por su espalda. Ella se enderezó, somnolienta. Parpadeó para enfocar la vista, hasta que finalmente me reconoció.

—¿Drake? —preguntó sin creérselo—. ¿Qué haces aquí?

Me agaché para que mi rostro estuviera más cerca del suyo y nadie más pudiera oírnos.

—Vine por ti.

Ella se echó más hacia atrás, hasta que su espalda tocó mi pecho, cerró los ojos y me sonrió, complacida.

—Ahora sueño contigo —murmuró—. Ya estoy volviéndome loca.

Algo dentro de mí se sacudió y eso me asustó.

—¡No es un sueño! Levántate.

—¡Ay! —Sophie abrió los ojos de golpe y se aferró a la barra. Su taburete se tambaleó, pero la sostuve del brazo para evitar que se cayera. Ahora, más espabilada, pudo bajar sin problema. Su bolso golpeó los vasos a su alrededor y estos se deslizaron más lejos—. Qué bruto que eres ¿No ves que estoy sensible?

Después de dos horas de viaje, lo que más necesitaba era echarme en algún lado y descansar. Pero con ella en frente, parecí olvidar todo. Me importaba más su estado que mi propia salud.

—Lo siento —bajé las cejas y volví a observar los vasos—. ¿Qué has bebido?

Sophie se aferró a mi brazo para acomodar sus botas de lluvia amarillas. Me pareció una extraña elección de zapatos, hasta que recogió el impermeable del mismo color y se lo comenzó a colocar. Entonces, caí en la cuenta. Ella también llevaba un disfraz.

—Sólo soda. —Volvió a alzar la cabeza y sus oscuros e inquietos ojos se clavaron en los míos—. Y puede que un mojito. —Arrugó la frente—. ¿Estás seguro que no estoy alucinando? Es imposible que estés aquí.

Pasé la mano por debajo de su cabello azul y tiré de este hacia arriba para liberarlo del impermeable. Sophie llevaba una de esas coronas de trenzas que siempre usaba en la frente, pero el resto del cabello iba suelto y caía recto hasta su cintura.

Cambio de corazónWhere stories live. Discover now