22. Una novia y una ex novia

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El partido entre Dylan y Drake era en tan solo un par de semanas y yo estaba nerviosa por varias cosas.

En primer lugar, porque no tenía ni puta idea de qué pensaba hacer una vez que estuviera allí. Me negaba a quedarme viendo cómo Dylan y Cecilia se besuqueaban en mi cara, porque, conociéndolos, seguro iban a hacerlo.

En segundo, porque no tenía ni puta idea de cómo iba a llegar.

Ellos no jugarían aquí, en la ciudad, sino en mi anterior escuela. Era una viaje de varias horas y yo tenía dos opciones: O viajaba sola en tren e iba por mi cuenta al partido, o me unía al equipo de fútbol femenino y viajaba con ellos, puesto que los equipos solían viajar juntos para apoyarse entre sí.

El problema era que Galia jamás me había explicado cómo pensaba meterme al equipo, Drake se había negado rotundamente a ayudarme a conseguir las respuestas...¡Y los dos estaban ignorándome!

Drake y yo estábamos bien, pero la cena con su hermana debió de haberlo trastocado más de lo que parecía, porque estuvo toda la semana taciturno y ensimismado. Eso no era para nada habitual en él y creo que todos lo notaron.

Por supuesto, algo debía de andar mal cuando el chico que siempre hablaba en clases y tomaba la iniciativa en las conversaciones, de repente se la pasaba callado, demasiado distraído con sus propios pensamientos como para prestar atención a cualquier conversación.

A eso había que sumarle el hecho de que ahora sus entrenamientos con el equipo de fútbol se estaban alargando más a medida que se iba acercando el partido, para prepararse. Así que, además de sombrío, siempre lo veía cansado, y llegaba a su casa demasiado tarde.

Incluso olvidó fingir que estaba herido durante la hora de gimnasia y tuvo que jugar en el partido de voley. Las chicas de teatro, las mismas que lo habían rodeado en las gradas aquella vez que fingió torcerse el pie, no estaban para nada contentas con eso.

—Ese imbécil —murmuró una de las chicas mientras armábamos nuestra formación antes de comenzar el partido—. Sólo porque tiene novia, se cree que puede dejarnos tiradas.

—¿Disculpa? —dije. Debí haberla escuchado mal.

La chica llevó las manos a su cadera y giró su torso para verme. Las dos estábamos en la parte trasera de la cancha, cerca de quien hacía los saques. El otro equipo aún se estaba organizando y, al parecer, a Drake le había tocado ser el líbero.

A mi lado, la chica separó sus labios con sorpresa al reconocerme. Yo también la reconocía a ella. Tenía el cabello castaño, largo y con un flequillo recto por encima de sus cejas. Había sido la misma que, un par de semanas atrás, abrazó a Drake por detrás mientras él, convaleciente durante gimnasia, se inventaba la historia del gatito en el árbol.

—Ay, disculpa. —Dio un paso hacia atrás, aterrada—. No es lo que parece. Sólo teníamos un trato.

Le eché una mirada a Drake, desde el otro lado de las canchas. Él estaba distraído hablando con otro de los jugadores. Ajeno al asesinato que yo estaba a punto de cometer.

¿Por qué no me sorprendía que estuviera metido en cosas raras?

—Temo preguntar las bases de ese trato.

—No es nada raro. Te lo juro. —Sacudió las manos y señaló a una rubia alta en el frente de la cancha—. Somos del club de teatro. Cuando él aparece malherido nosotras fingimos cuidarlo para no hacer vóley. Pero hoy nos traicionó. —Lo señaló con la barbilla, ceñuda—. Ahí lo tienes, a Judas.

Examiné a la muchacha, quien ahora estudiaba con desagrado al rubio.

No pude evitarlo, pero me sentí un poco aliviada de que él no tuviera un club de admiradoras como había creído en su momento. El hecho de que fuera todo fingido sólo para evitar hacer deporte lo hacía aún más gracioso.

Cambio de corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora